martes, 16 de julio de 2019

Fuera de estación





Días idénticos alimentándome a base de pan y café con leche. Días enteros sin hablar con nadie. La sensación del otoño es similar a la sensación de navidad, o a la sensación de primavera; parece que cada época del año elige una porción de la misma tristeza y se la reparten. Caminar por los cuartos, mover un poco los muebles o pararse en diferentes rincones intentando ver qué hay detrás. Sé que no logro ver cómo es mi casa en realidad, aunque no confíe en que detrás se esconda algo demasiado interesante. Tengo una ruta mental, a través de ella me muevo y voy dejando retazos de pensamientos, ideas sin concluir. Hace semanas estoy por ponerme a escribir, hace semanas estoy por lavar la ropa, hace semanas estoy por pensar. Tampoco confío en los espacios ajenos, no me imagino qué podría hacer alguien con lo que yo descarté. Miento y tengo miedo. Y miento. Y camino por los cuartos mirando para abajo. Entonces necesitaría expandir mis espacios, pero cuando el vértigo aparece lo único que puedo hacer es caer de espaldas hacia atrás. Pero todavía tengo recursos, cosas guardadas; inspecciono los muebles, rasco las paredes, me alimento como puedo. Escucho discos mientras me baño, el otoño susurra como una niña autista. No entiendo lo que dice, pero me hiere. Me comunico mejor con lo que sugiere la distorsión de una guitarra eléctrica grabada hace treinta años en otro país. El año se acelera, entra mucho frío por todos lados. Voy a tener que juntar las últimas migas, las últimas gotas, los últimos acordes, la última idea completa, agarrarlo todo bajo el brazo y venirme a vivir definitivamente al comedor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario