viernes, 13 de septiembre de 2019

Alud

La tormenta me muestra colores. Detrás están tus ojos, y detrás hay un país exótico al que nunca voy a viajar. No te deslices a través de mi silencio, no renueves las visiones que impregnan estas paredes. Necesito espacios limpios. Hay palabras que, sin nombrarlo, preceden al abismo. El agua es violenta. Hay una fuente en tus pensamientos, danzan figuras y nombres. Un conducto que termina en mí, siempre en mí, se ocupa de ahogarme tres veces por día. No camines por las paredes de mi estómago. El dolor es hondo, casi un círculo. Sé dónde encontrarte. A través de las nubes te voy encontrando: estás hecha de nubes. Caminaba por los jardines violetas y rojos donde tus amigos fueron árboles al borde del sendero. Hoy camino por una ciudad dormitorio. Dejo oculta entre un caño blanco y la pared una botella con algo de whisky. No pienso terminar ninguna botella. Los círculos no se cierran, las etapas no se terminan. Tus mensajes suelen ser viento, ráfagas que comunican algo importante tapado por todo lo que hay en el camino: maullidos de gatos, balas, alarmas de autos, música lejana. Voy a seguir caminando hasta que recuerde dónde dejé esa botella. No te entiendo, y nunca estuvimos tan cerca. En mi ciudad no cae nieve. Todos los elementos naturales te obedecen y, sin embargo, en el centro de la noche, me estás esperando. Te necesito. No guíes mis pasos. Me tiro whisky encima. Me anima la idea de un cuerpo en llamas saltando hacia el fondo de un aljibe, iluminando la pared de ladrillos a su paso. El sonido de un fósforo. Todas mis intenciones van a quedar sepultadas cuando aparezcas. No aplaudas. Estoy frío. Pienso. Soy ruinas pero pienso. El chasquido de tus labios formando una palabra es suficiente. Quedo cubierto por un alud.  

Impacto

Te pedí que abrieras con tus dientes un surco en mi cuerpo para que la sangre marcara un camino alternativo a la autopista. Nada más que eso puedo ofrecerle al mundo: un apocalipsis íntimo: muero bajo el cielo cargado de nubes: podrían pasar siglos hasta que encuentren mi cuerpo: mi cuerpo no será tierra fértil: edificaron ciudades encima del desierto: estoy tapado por capas de concreto.
O tal vez no muera y me vea obligado a devorar los ojos de cada conductor anónimo que se atreva a mirarme, y luego tenga que desviar la mirada de los tuyos por miedo a que me atrapen en medio del océano que reflejan sin descanso. Mi peor miedo es estar en el centro exacto de cualquier océano, y no recordar el sentido de las acciones. Uno de los dos tiene que ser la isla, el camposanto. Te dije que nuestra sangre sería el combustible primordial de todas las civilizaciones futuras; cerraste los ojos y sentí tu carne morder en mí todos los sueños frustrados de nuestra época. Cediste. Pasé mi lengua por el hueco que dejaban tus labios entreabiertos. La nueva lluvia. Nos cubrimos con el auto dado vuelta, el agua apagó las llamas un segundo antes de que todo explotara. Justo a tiempo, tu muerte.