martes, 25 de agosto de 2015

¿L. estará bien?

-Domingo 03:43: El reflejo del monitor muestra un cuerpo moviéndose en la oscuridad. El cuerpo, apenas distinguible, se recuesta sobre una cama. El cuerpo permanece quieto.
-Domingo 03:49: El reflejo del monitor se ve interrumpido por un leve movimiento en el sector izquierdo de la habitación. Rápidamente el movimiento reaparece, pero esta vez en sentido contrario, es decir, vuelve al lugar de donde partió.
-Domingo 04:01: El monitor refleja otra luz proveniente de otra parte de la casa. La luz interrumpe tímidamente en la habitación y de este modo el cuerpo recostado en la cama es ahora apenas visible, una porción de cabeza y tal vez un hombro se pueden observar.
-Domingo 4:03: La luz invasiva desapareció; sin embargo, radicalmente el monitor debe reflejar un rostro en su totalidad: ojos algo chicos, ojeras notables, expresión divertida y un mechón de pelo que cae sobre la frente.
-Domingo 4:12: El monitor ya no refleja nada, está apagado.

Si trato de recordar detalle a detalle se me hace imposible, desde que salimos por la puerta esa mañana, para mí todo es como una gran masa negra que no se puede separar por partes, una homogénea noche. Ya que aludí a la mañana, me parece bueno continuar diciendo que al salir a la calle, la luz del sol, penetrante, tenaz, me generó un inmenso placer. Caminamos unos pasos por la vereda y ambos sonreímos, la satisfacción pobló nuestros rostros ante el milagro de la claridad, un respiro inmenso elevándose sobre todo lo anterior, sobre lo innombrable de la noche. Después de la primer cuadra nos habíamos adaptado al clima y al ambiente, fluíamos a través de las calles, nos dejábamos llevar así como nos habíamos dejado llevar hace aproximadamente unas seis horas, aunque éramos uno más. Y claro que dos personas caminando no es igual a tres personas caminando, la responsabilidad de decir algo interesante se divide en tres y todo parece más sencillo. Dos calles más allá todo era oscuridad, la boca de algún monstruo gigante esperando algo, un vehículo, cualquier cosa que se atreviera a pasar por ahí para devorarlo instantáneamente; nos reímos de eso y la noche continuó su transcurso paso a paso como debía ser: primero el cantero con sus plantas, luego el camino largo hasta la puerta y por fin la casa, el living, la televisión prendida cumpliendo su función de estar ahí, ocupando un espacio. Todo era perfecto.
Volvimos a sentir miedo recién cuando, sentados en el banco de hormigón de la plaza, dos mujeres con grandes ojeras vinieron a preguntarnos la hora. El sentirnos otra vez parte del mundo, sabernos en contacto con otras personas nos trajo recuerdos recientes, detalles que lentamente comenzaban a encajar uno por uno. De todos modos pudimos disipar cualquier nerviosismo con el simple acto de levantarnos y caminar por la calle nuevamente, el sol nos lamía por completo y durante ese día todo permaneció normal.

 Es extremadamente clara en mi mente la imagen de M. y yo riéndonos a carcajadas en la cocina, tratando inútilmente de taparnos la boca para que L. no se despertara. Ida y vuelta por el pasillo decenas de veces. De repente, la genial idea de poner música a todo volumen, pero no, no me quiero adelantar, antes había sido el tirarle almohadas, aplaudirle cerca de los oídos, hasta que M. le puso una escoba al lado de la cara para que cuando se moviera el polvo lo hiciera estornudar. Raramente L. no se movió, está muy dormido, dije yo, y volvimos a reír. El tiempo era uno, sin segundos ni minutos, recién ahora puedo distinguirlo, lo divido como corresponde, pero en el momento no, todo parecía como una piscina quieta, sin variantes. La marihuana estaba en nuestro organismo y la risa también. Carcajadas exageradamente prolongadas nos hacían doler los abdominales, pero no queríamos parar y volvíamos a la cocina para planear los siguientes movimientos, hablando bajo por si L. llegaba a despertar.
 Recuerdo los segundos antes de que aparecieran las mujeres a preguntarnos la hora, y tengo la certeza de verme con la cabeza gacha, mirando fijamente las piedras del suelo y recordando lo que ahora quiero contar, lo que sigue y lo que tal vez sea fundamental dentro de todas estas palabras. Y eso, lo posiblemente fundamental, es un detalle. Ahora sí habíamos decidido lo de la música y creíamos fuertemente en su resultado. Nuestro convencimiento era tal que cuando empezó a sonar esa canción, tenebrosa por el contexto y el volumen altísimo, corrimos enseguida hacia la cocina esperando a que L. se levantara y nos fuera a buscar para insultarnos. Pero no, la canción siguió sonando y todo lo demás no ocurrió. Si quiero describir la situación solo me sale decir "oscuridad", y aunque una palabra suelta no pueda explicar lo que pasaba en ese momento, creo que es lo más indicado que puedo utilizar para expresarme.
En fin, la oscuridad seguía cubriendo la gran mayoría de los rincones de la casa, se extendía desde la puerta y el living, pasando por el pasillo hasta la habitación donde L. parecía haber sido abducido por esta gran mancha negra, esta temible negrura tridimensional. Fue entonces que me dejé llevar por la imaginación, y cuando entrábamos nuevamente en el cuarto para subir el volumen de la música, tuve que preguntar como al pasar, dejé flotando la pregunta-afirmación sin calcular la reacción de M. y dije "L. estará bien". Repito, este detalle parece importante ahora que lo separo del resto de la noche, sin embargo, en ese instante mi duda hecha palabras pareció desvanecerse en el aire, aunque aparentemente a M. no lo dejó indiferente y tuvo que contestarme que sí, obvio, cómo no va a estar bien, solamente está re dormido. Pero yo noté que lo decía porque no quería dudar de que estaba bien cuando en realidad él también dudaba, él comenzaba a dudar más que yo y por eso dejó el teclado de la computadora y mirándome me insinuó algo terrorífico torpemente disimulado por su risa. Quizá luego de eso volvimos a la cocina o nos quedamos en el pasillo, no lo sé, carece de importancia.
M. parecía no poder seguir ocultando su nerviosismo y yo que miraba el piso tratando de distraerme, entendí que debía levantar la vista y mirarlo de frente, hacerle saber que yo también lo había escuchado.

No sé si lo imaginé estando en la cocina, mientras me quedé colgado mirando el piso lleno de pegotes, o si la perspectiva casi cinematográfica se me ocurrió después, y con decir después estoy diciendo en otro momento, no necesariamente después, quizá antes, en una de las tantas caminatas por el pasillo que separaba el living del cuarto a oscuras, o cuando salíamos a la mañana y el sol nos envolvía amistosamente. Primero fue estando desde uno de los rincones superiores del cuarto de L. , entre el techo y la pared, justo al lado de una mancha de humedad. Paulatinamente iba descendiendo en diagonal, cada vez más y más cerca de la cama que permanecía quieta, apenas iluminada por el reflejo de la computadora. Todo estaba igual pero yo no lograba distinguirlo, o mejor dicho, yo no intentaba describir ni definir nada de lo que había en la habitación; la cama estaba, el cuerpo inmóvil y tapado también, la computadora sobre el escritorio, incluso una botella casi vacía tirada en el suelo, todo estaba pero yo no pensaba en los objetos, yo simplemente me seguía acercando sin ser nadie ni haber sido nadie antes, sin más que ese acercamiento lento pero constante. Seguía acercándome, me encontraba a unos dos metros de la cama cuando M. me sacudió el brazo y tuve que girar, mirarlo y preguntarle "qué pasa", y él diciendo que se le había ocurrido algo y no sé qué. Entonces fuimos hasta la cocina y la luz artificial me hizo mal, mis ojos ya se habían acostumbrado a la oscuridad del resto de la casa y del resto de la noche. Me habló, parecía entusiasmado por su idea, era algo para seguir jodiendo a L. que aparentemente no se había movido, aparentemente el ruido había sido de alguna cosa que se cayó en el cuarto o el anti virus de mierda a todo volumen y la puta que lo parió. Decidí volver a interesarme por lo que pasaba, hacerle caso a M. y seguirlo hacia el cuarto. Las mismas precauciones de siempre, comunicarnos entre susurros apenas entendibles, aguantar la risa ante la inminencia de la puerta abriéndose y haciendo algún ruido que arruinara todo el plan.  M. fue abriendo la puerta muy despacio, pero yo no aguanté, le dije que se corriera porque esto había que hacerlo de una, y sin más vueltas entré a la habitación con una patada y quedé otra vez observando al cuerpo que yacía en la cama, en diagonal a mí y dos metros más abajo, Sin embargo, esta vez ambos estábamos quietos, él seguía sin moverse y yo lo copiaba, permanecía en esa posición, o por lo menos mi perspectiva seguía siendo esa, ya que si bien veía la cama y el cuerpo en penumbras, no podía verme a mí mismo ni saber en qué posición estaba mi cuerpo o qué era lo que me sostenía, si es que algo lo hacía. Permanecimos así, ambos quietos, ambos cumpliendo nuestro rol de esperar. La situación pedía quietud y era la quietud misma, aunque yo me tomaba la libertad de generar retazos de pensamientos, cosas dispersas que aparecían y se escapaban continuamente, y justamente en uno de esos vaivenes tuve la certeza de que incluso bajo ese estado yo podría tomar una decisión y descartar otra, jugar con la libertad. Mientras seguía respetando la quietud física de la escena, por dentro me debatí entre aceptar esa calma desolada que la habitación con el cuerpo tapado y la oscuridad me ofrecían, o bien moverme, generar un cambio, tocar el suelo con los pies, tantear el cuerpo o destaparlo, incluso prender la luz. Era obvio que en ese estado  no iba lograr ninguna conclusión, necesitaba escaparme de allí, respirar.

Ahora M. y yo estamos a tres cuadras de la casa de L. que ya es una mancha desvaneciéndose en mi memoria. Seguimos contentos por el milagro que supone el sol a esa hora, y mientras planeamos seguir caminando para sentarnos en algún lugar, yo sé que algo se me está olvidando, siento como una piedrita en el champión que molesta y desde el fondo del optimismo se ríe de mí y no me deja en paz. Son esas cosas que uno tiene como en la punta de la lengua, un nombre que está pero no aparece, un detalle olvidado, y ahora es esto, algo así como la sensación de que no todo está cerrado y los detalles, qué interesantes son los detalles; pasar por una esquina mil veces recorrida y sin nada nuevo que ofrecer, mirar sin interés el cartel conocido que se eleva tristemente sobre el local que vende colchones y sommiers, sí, creo que dije bien, colchones, colchón, cama, todo indica ganas de dormir, sueño, la gente duerme de noche, nosotros no porque nos quedamos despiertos, pero la gente duerme de noche, la noche es oscura, oscuridad, todo empezó porque vi un colchón en un anuncio, cama, colchón, noche, cuerpo inmóvil a la espera de que piense en las posibilidades y el cartel que me recuerda la oscuridad de la noche que me impulsa a tomar una decisión. Elijo primero pensar qué pasaría si... ¿qué pasaría si me decido por la calma? Entonces me veo en la misma posición y en el mismo estado por varios miles de millones de años más, sin variantes de ningún tipo. En un momento me muevo, no por haber sentido muchas ganas de hacerlo, sino por aburrimiento. No es un movimiento brusco ni exagerado, simplemente me enderezo y quedo de pie frente al cuerpo que sigue acostado en posición fetal, dándome la espalda. Opto por prender la luz, me parece lo más lógico. El botón se mueve pero la luz no se enciende. Sin miedo ni nerviosismo me dirijo hacia la computadora, recuerdo que estaba prendida. Muevo el mouse pero éste se escurre de mis manos, desaparece en la superficie del escritorio de madera. El teclado ya no existe más que en mi recuerdo, el monitor está apagado y la negrura de la pantalla va lentamente camuflándose a la negrura de la pared, apenas puedo distinguirlo, en pocos segundos ya no estará más allí. Todo parece como posterior al fin del mundo, al fin de algo. Camino unos pocos pasos y otra vez estoy ante el cuerpo inmóvil, pero no me detengo a reflexionar, estiro la sábana, lo destapo con una mano mientras que con la otra trato de tantear la espalda. Mis manos se encuentran con algo sumamente duro, completamente inhumano. Salto hacia la cama y trato de mover eso que está allí, eso que indudablemente ya no es un cuerpo, o nunca lo fue. Es imposible moverlo ya que todo, si silueta, su textura y hasta incluso su falta de olor, está compuesto por la quietud de la muerte. El cuerpo no existe y si existió ya ni rastro queda. Sin embargo persisto; lo miro y un sentido respalda al otro; mis ojos me indican que estoy observando una roca, sí, eso tan tenso y frío que recién había tocado era una roca que perfectamente podría estar en una playa o en una isla. Me doy vuelta y decido salir de la habitación, ocurrencia más que interesante teniendo en cuenta que toda la acción -o toda la no acción- estaba ocurriendo allí desde hace millones de años. Abro la puerta y me encuentro en otra habitación que no conocía de la casa. No debería estar ahí, primero que nada porque la puerta separaba la habitación del pasillo,  no la habitación de otra habitación, y segundo porque ese cuarto de pequeñas proporciones y sin muebles en el que me encuentro no existe en la casa de L. , nunca estuvimos allí, no cabe en la geografía de la casa. Dicho cuarto tiene la particularidad de modificarse según mis movimientos; doy una vuelta sobre mí mismo y la pared que antes tenía la puerta que me condujo hacia allí, ahora ya no está. Los colores de las paredes también cambian, pero eso no me interesa. Entiendo el mecanismo y sigo girando hasta que en una de las paredes aparece una ventana: es chica, tiene el marco blanco, con la pintura algo oxidada. La abro y salto a través de ella, me golpeo la rodilla y entre puteadas me levanto comprendiendo que estoy de nuevo en la habitación de L, con la roca que no es un cuerpo, la luz que no funciona y todo lo demás.

 Estuve un rato parado, solo, inclinando levemente mi cuerpo, mirando a la distancia la otra cuadra que insinuaba profundidades imposibles de explorar, objetos que no existían porque jamás serían percibidos, ni ellos ni tampoco la misma oscuridad que los cubría, oscuridad a su vez cubierta por otras capas más finas y sí, tal vez visibles pero insignificantes, superfluas. Mientras mis dos amigos estarían discutiendo torpemente los precios de un paquete de maní, yo sentí la necesidad de pensar en algo concreto, alguna idea lógica, un pensamiento estructurado, un recuerdo quizá. Rescaté las ganas de pensar en un sueño recurrente, un lugar que no existe pero en mis sueños sí: una puerta, una puerta de madera pintada de blanco, con relieves rectangulares en el centro de su figura. Un pestillo silencioso, de esos que forman un ángulo de noventa grados. La puerta cerrada ante mí o ante mi recuerdo. Una puerta blanca, común y corriente. En el sueño tengo la certeza de que la puerta pertenece a una casa, no se me presenta así nomás, totalmente fuera de contexto. Sin embargo, yo no quiero voltearme para ver ni abrir la puerta en cuestión. Nada más, el sueño es ese y yo aprieto los dientes ante la decepción que me provoca chocarme nuevamente contra una escena sin sentido.
 Veo que mis amigos vienen doblando la esquina, cargan bolsas de un modo tan despreocupado y yo que estoy con esta incertidumbre... para dónde mirar si la espuma negra ya no brota sólo de la otra cuadra, ahora la percibo más cercana, como si caminar por el cantero con plantas me pudiese conducir a ella y entonces.

Entonces veo a L. repetido por todos los rincones de la habitación, multiplicándose para continuar una burla que no logro anticipar y a la que no podría atribuirle un origen, una causa. Mi vómito no precede a una sensación de mejoría ni nada por el estilo, tampoco es que me sienta mal, pero me gustaría tener la capacidad para ir a la cocina a buscar algo, un lampazo o cualquier cosa que me permita limpiar los líquidos que resbalan por mis labios y caen violentamente contra un suelo tan confidente, tan cariñoso, tan oscuro. En cambio, permanezco de rodillas, la cabeza inclinada hacia el piso. Detrás mío, algo hace rato me está haciendo sangrar la espalda y recién ahora me interesa saber qué es.
Pensar que todo esto empezó porque elegí: las elecciones siempre tienen consecuencias, tenés dieciocho años y uno debe hacerse cargo de sus actos, pero cómo explicarle a mi sentido de la responsabilidad que yo solo necesitaba escapar de la quietud, si el simulacro fue tan angustioso, no puedo imaginar cómo sería ir en verdad para ese lado, porque la quietud es un instante sin movimiento, y sin movimiento no hay tiempo, claro, y sin tiempo -vos deberías saberlo que pasás mirando películas en vez de estudiar- no queda lugar para las decisiones, para salvarte de estar millones de años mirando de cerca a un cuerpo que resulta ser una piedra y poder llegar a otro puerto, a uno menos explorado, más peligroso, pero por lo menos...
Estoy completamente seguro de que mi espalda en cualquier momento se va a abrir y me van a salir alas. Ahora entiendo por qué eso -que dicho sea de paso era alguien, o por lo menos tenía la cara de alguien- me estaba lastimando con tanta dedicación. Alas, tengo alas. No necesito volar, hoy le presto mayor atención a mi estética, y además el techo del cuarto de L. permanece a la misma altura, ajeno a todo lo demás. Después de perseguir -y no alcanzar- por un rato a eso que me había lastimado la espalda, logré escuchar la voz de M. que parecía estar buscando información en la computadora; me daba datos desordenados, partes de cosas como nombres de canciones, fechas, y entre todo eso me dio la idea de que me arrancara un brazo y lo usara para golpear a alguien, que sería un buen ataque.  Claro que lo hice y con mi brazo derecho agité mi ya desprendido brazo izquierdo y lo tiré por el aire hasta la cara de L. que se multiplicaba sin ningún tipo de orden, ya no respetaba nada y avanzaba haciendo ruidos con la boca. El brazo le pegó de frente en la cara que comenzó a quemarse hasta verse completamente consumida, dando lugar a un nuevo rostro, algo tan familiar como la cara de mi madre con una toalla en la cabeza, como se pone cuando recién sale del baño. La cara me hablaba pero las palabras no me llegaban, todo terminaba en ruidos confusos y burlones. Me cansé de ver a mi madre porque su cara ya se estaba convirtiendo en el boletín de junio-julio-agosto, cuatro bajas incluidas. Por eso mismo me recosté unos instantes contra la pared contigua a la cama de L. que desaparecía de a ratos y a veces volvía a la habitación pero en otro lugar de la misma, y vi a M. moviendo los pies y los brazos contra la puerta del otro lado, la que daba a la otra habitación a la que nunca habíamos entrado. No intentaba abrirla, simplemente ejecutaba la acción de caminar como si no tuviese nada delante.
 La habitación se había llenado de humo y desde unas cajas ubicadas detrás del ropero llegaba música de un arpa. Corrí hasta la cama que huía disfrutando de la persecución, ayudada por unas patas de caballo que le habían brotado en algún momento. En un acto de lucidez muy elocuente, estiré mi complexión física unos cuantos metros y así alcancé la cama que se quejaba y me insultaba. Me abracé a ella y me sumergí en el colchón que lentamente se iba abriendo a mi paso, expulsando contra mi cuerpo una sustancia viscosa que me envolvía y me acompañaba en mi descenso.
Antes de hundir el rostro por completo, alcancé a ver que en la ventana de la habitación alguien había escrito unas fórmulas matemáticas. Parecía la letra de M.

-Lunes 1:02: El monitor refleja una silueta parada junto a la ventana. Luego de unos segundos, camina dos pasos hacia su derecha y se sienta sobre la cama.
-Lunes 1:04: En el reflejo del monitor se alternan movimientos bruscos: primero, la silueta empuja hacia un rincón el ropero. Luego hace lo propio con la cama, una pequeña mesa y por último el escritorio completo con la computadora y varios libros.
-Lunes 1:23: El monitor refleja de frente y muy próximo a él a la cama, el ropero y la pequeña mesa.
-Lunes 1:24: Por el borde izquierdo de su reflejo, el monitor muestra una mano apenas visible que lentamente se acerca al pestillo y con más lentitud todavía abre una puerta blanca.
-Lunes 1:25: El monitor ya no refleja nada, está apagado o se quedó ciego.