domingo, 1 de marzo de 2015

Fetos de sábado a la noche y domingo de mañana.

Restos desmembrados de tres personas recorren nocturnas calles jugando a esquivar nocturnos pensamientos. Risas que intentan ser felices se desplazan por el aire comprimido por el olor a porro y a nafta que deja un auto al pasar a toda velocidad. El cansancio como una cruz, los chistes ya repetidos mil veces. Uno de ellos ya sabe lo que va a ocurrir en los próximos veinte minutos y se inquieta al darse cuenta de que conoce paso a paso ese futuro inmediato, así que en su mente intenta modificar algo y se queda sentado en la vereda esperando a que amanezca mientras tira piedritas contra el cordón de la vereda y tararea una canción que dice "Cerca de la revolución/el pueblo pide sangre". Los otros no modifican nada, cumplen el ritual y terminan durmiendo en sus camas, entre nostálgicos y aburridos. 
Una feria, el reencuentro con ese ambiente totalmente ausente en la noche anterior, es decir, la familiaridad y la cordialidad de saberse uruguayo y de caminar mirando frutas al igual que caminan los otros uruguayos que también miran frutas y además las compran. Las ojeras demasiado evidentes palpitan en los rostros y ellos sienten sus propias miradas de sueño como si provinieran de otras personas. El resignado salto al vacío de seguir caminando y enfrentarse con el domingo que se extiende hasta el infinito. 
Allá van, tres restos de un sábado a la noche y resaca de domingo a la mañana. Son como fetos; están replegados, quizá protegidos, pero tarde o temprano van a expandirse, van a salir al mundo. Inconscientes de su inexorable destino de seguir siendo consecuencias producto de otras consecuencias menos palpables, deciden doblar en la esquina para encarar a tomar unos cafés.