Una feria, el reencuentro con ese ambiente totalmente ausente en la noche anterior, es decir, la familiaridad y la cordialidad de saberse uruguayo y de caminar mirando frutas al igual que caminan los otros uruguayos que también miran frutas y además las compran. Las ojeras demasiado evidentes palpitan en los rostros y ellos sienten sus propias miradas de sueño como si provinieran de otras personas. El resignado salto al vacío de seguir caminando y enfrentarse con el domingo que se extiende hasta el infinito.
Allá van, tres restos de un sábado a la noche y resaca de domingo a la mañana. Son como fetos; están replegados, quizá protegidos, pero tarde o temprano van a expandirse, van a salir al mundo. Inconscientes de su inexorable destino de seguir siendo consecuencias producto de otras consecuencias menos palpables, deciden doblar en la esquina para encarar a tomar unos cafés.