lunes, 20 de abril de 2015

Café con leche a las tres de la mañana.

Son las tres de la mañana aunque en realidad no, ahora falta una hora para las doce. La taza azul que contiene el café con leche ocupa una porción del escritorio que está a mitad de camino entre la oscuridad del comedor y la luz penetrante del monitor. Yo estoy ahí sentado y me acuerdo del café con leche, pero ahora también estoy acá sentado pero sin café con leche y un sonido adicional. Vos debés estar en el mismo lugar -con variantes que no importan- que cuando yo estaba -o estoy- acá con y sin café con leche, pero claro que no estás en el mismo lugar en el que leíste las palabras que tampoco importan ahora.
 Te veo tirada en tu cama, despojada de lo cotidiano pero no de vos misma, y también me veo ahora que escribo esto pero mucho más claro me veo cuando estaba tomando el café con leche y pensaba en escribirte esto, y pensaba en vos. Establezco una conexión entre estos momentos como si los demás -pasados, futuros, da lo mismo- no importaran en absoluto. Ahora me veo borrando palabras porque no quiero ser repetitivo y en el fondo quiero que me pienses buen escritor, una forma triste de consuelo que te invento para que vos utilices sobre mí. Al mismo tiempo observo que el café con leche se enfría y que el tiempo avanza, porque cuando pienso en prepararme otra taza veo que ya no son las tres de la mañana, que ya son las tres y dieciséis y acá falta menos para que sean las doce. 
Ese día vos tenías ropa que te hacía ver no me acuerdo cómo, hoy también la tenías pero me acuerdo de un par de detalles que no son los que te hacen más linda, detalles ordinarios que quisiera separar de tu figura de ser posible, pero cómo pedirte que andes desnuda solo porque yo quiero pensarte como una persona sin cosas adicionales, aunque a fin de cuentas escribir esto y nombrarte así es idealizarte, verte desnuda en este momento en que me veo solo a mí y al café con leche que me voy a preparar. 
Digo lo de la ropa porque quiero aferrarme a ese recuerdo de cualquier modo; sé que llevabas puesta ropa, sé que el libro no era tuyo, sé que lo leíste algo nerviosa, y de a poco voy armando pieza por pieza ese recuerdo que se interpone a la imagen de verme tomando café con leche, se interpone y la aplasta, y sigo aferrándome a ese recuerdo como puedo, aunque ahora vos estés acostada pensando, durmiendo o leyendo y ni siquiera pienses en mí, o me pienses como algo casual, igual que un objeto que cada tanto es necesario para cierta tarea pero que no tienen extensión. Pero mirá qué patético, acabo de releer esto y algunas frases me parecen tan poco sinceras, y no sé si estaré bien en pensar si quiero escribir lo que me salga o si quiero embellecer el texto un poquito más, para que cuando vos lo veas-no vos la de las palabras que leíste ni vos la de ahora durmiendo o pensando, sino otra vos que será la misma que ahora- para que cuando lo veas, decía, pienses en la posibilidad de que yo haya escrito esto simplemente porque sí, porque me gusta escribir. En fin, no sé si a vos también te atraviesan estas ideas relacionadas a la toma de conciencia de uno mismo, neuronas que hacen sinapsis para que uno sepa que hacen sinapsis para que yo me sepa escribiendo esto y me sepa persona con barba prematura que toma café con leche a las tres de la mañana mientras piensa en escribir esto, y para que vos entiendas que todo es infinito, el café con leche de ese día, el libro que leíste, mi inevitable pensamiento que recae sobre vos, todo, absolutamente todo está ahora y aunque vaya a terminar en algún momento y yo lo sepa, ese momento todavía no llegó.