jueves, 13 de diciembre de 2018

Cielo del reflejo turbio

Cielito, cielo que sí, 
cielo del reflejo turbio
a la sangre que ha brotado
se la llevará el diluvio.

Allí hay un muerto -dijeron-
su sangre es roja y espesa 
la carabina apuntó
en medio de su cabeza.

Charco de sangre terrestre 
lago de cielo invertido
cuando un cadáver se moja
el tiempo huele a podrido.

Cielito, cielo que no,
cielo negado al humano
sólo pudimos lavarnos
con la sangre las dos manos.

lunes, 10 de diciembre de 2018

Lidia

Nacimiento


Lidia nace y sus quejidos
inician la cuenta regresiva 
hacia el silencio.

La miramos, dormida
miramos su piel frágil 
buscando comprenderla
pero desde el principio
un muro nos golpea en la cara.

Siempre hubo, en Lidia
el núcleo de un secreto
hirviendo bajo la corteza.

Siempre, al pensarla
tuvimos la certeza
de que el tiempo
no le correspondía .

Por eso, el día en que
amontonados detrás de la ventana
la vimos caminar entre los árboles
(pelo negro, vestido blanco, cuerpo de mujer)
creímos estar viendo
su primera vez
en el mundo.



Purgatorio



La tarde rebota
entre los ojos de Lidia
que son un pantano
lleno de peces muertos.

La invocamos
con palabras y con gestos
pero Lidia no quiere
hacerse presente:
ella habla con los pájaros
habla con los árboles
habla con la luz.
No habla con nosotros.

En su inocencia
Lidia sabe bien
cuál es el secreto
para que los días sean
una telaraña de agonías.

En su purgatorio
Lidia maneja el recurso
de comprimir los momentos
en uno solo.



Muerte



Lidia, mujer pálida
tus huesos se pudren
bajo la tierra del jardín familiar.

Cuando la carne se dejó caer
y los dientes sonaron como tuercas
tu vestido blanco quedó en el aire
suspendido en una postura melancólica.
Lidia, guardamos tu ropa bajo siete candados
para que pudiera descansar en silencio.

Te vimos morir una tarde, Lidia
dejaste una mueca resignada
como todo patrimonio.
Percibimos tu deslizar, una maniobra onírica
para cruzar al otro lado.
Te vimos morir y recordamos
la tarde en que te escuchamos callar.

Para acercarte a la muerte
tendiste un puente subterráneo
con todos los sonidos guardados.

Lidia, te nombramos
pero algo se desprende:
es tu puente que avanza
más allá de lo que somos
capaces de ver.