jueves, 30 de julio de 2015

Qué tristeza me da ver locales cerrados un martes de noche.

Me acerco, me acerco, me acerco. Cruzo la calle para que la sombra de la otra vereda me tape casi por completo, la capucha en la cabeza ayudará a mantener mi anonimato. Ahora camino un poco, enlentezco el paso porque claro, necesito mantener cierta distancia, no sea cosa de que se de vuelta y me vea casi pegado a ella, respirando fuerte por la adrenalina, aunque ese ni siquiera sería el peor de los escenarios posibles; lo peor sería que se de vuelta y me hable, y yo empiece a emitir sonidos guturales propios de un animal desesperado, o que intente decirle algo y me salte la saliva de la boca y la empape a ella y ya no pueda entablar ni una conversación ni nada. Así que calculo que aproximadamente media cuadra es una buena distancia para seguirla sin generar sospechas, siempre y cuando ella no se detenga a mirar alguna vidriera de esas que hay por ahí, tras lo cual yo tendría que pararme a mirar otra cosa, agacharme para atarme los cordones, cruzar nuevamente la calle, o pasar a su lado, seguir caminando y esperarla en un árbol más adelante, escondido mientras ella retoma su trayecto y yo nuevamente me muevo detrás. Pero no, la ciudad a esta hora está como quieta, apagada, el clima es neutral y la gente no camina por la calle. Las vidrieras tampoco se lucen porque los locales están cerrados, detalle interesante porque le da a mi relato un clima de soledad digno de una persecución, o no, mejor dicho, digno de un seguimiento obsesivo. A mi me gusta no cruzarme con más de dos o tres personas por cuadra, no tengo que preocuparme por caminar derecho ni por tratar de no hablar solo. Es por esto que sigo y ya son cuatro las cuadras que ella caminó y yo atrás, como su sombra, aunque en realidad no, porque sería una sombra con gran proyección, tengamos en cuenta que estamos como a media cuadra de distancia. La verdad es que no sé hasta dónde va y eso tendría que preocuparme, no soy de salir mucho y si seguimos caminando ya me voy a perder, después no me guío demasiado para volver a mi casa y tengo que darle de comer a mi gato que a esta hora debe estar saltando de techo en techo con el pelo negro reflejado por la luz de la luna, luna que es de mentira porque el cielo hoy está nublado y en realidad mi gato no es negro, pero quería que mi relato tuviera algo de misterioso y todo eso. Pasa que ya me estoy cansando, esta mina no para de caminar y ya estamos en un barrio menos iluminado que el mío, además me estoy quedando sin cosas para decir porque esta ciudad es horrible y no amerita demasiada descripción. Lo mejor sería un giro inesperado en la historia, cosa que no va a suceder porque tal como lo había pensado antes de seguirla - y con antes me puedo referir a muchos momentos de mi vida anteriores a este seguimiento, por ejemplo el momento en que cerré con llave y estornudé antes de salir a caminar, o hace tres años cuando me comí un pancho sin mostaza- antes de empezar a seguirla, decía, decidí imponerme la regla de no establecer ningún contacto más que el visual que he estado narrando, y así fue. En determinada esquina llena de sombras ella giró repentinamente y me dijo que estaba apretando el botón equivocado, que con ese todo se iba a borrar y que sería un bajón porque el internet está andando lento y andá a escribir todo de vuelta... dejá, mejor va a ser que lo guardes bien, así después podés mostrarle con cierto orgullo escondido a tus amigos que escribiste un texto re interesante y pueden tener algo de qué hablar. Todo eso me dijo la mujer que había estado siguiendo y cuyo rostro pude ver y claro, era una especie de híbrido entre windows 7 y movie maker 2008, con cuerpo de teclado lleno de migas de antiguas comidas y pegotes de café con leche, además de ese par de piernas que lucían con tremendo estilo blancos y azules que sonaban con cada movimiento anunciando notificaciones y mensajes nuevos.