viernes, 29 de diciembre de 2017

Pantano

el hombre ahogado
llevaba una caja
apretada entre sus manos:
la caja que guardaba
lo que restaba de tiempo



la caja abierta
sobre el pantano
desliza una sustancia
incolora, insípida
que cubre la superficie
para luego disolverse
entre el ramaje fétido
y los insectos



desde entonces
los árboles no mueren
ni brotan nuevas semillas;
la vida en conserva
cubierta de moscas
agoniza desesperada.











martes, 19 de diciembre de 2017

Nuevos cursos



a veces el agua
elige nuevos cursos
y Poseidón lo sabe
y el agua lo sabe
resignado
ante ella


a veces el agua
elige la muerte
de dos maneras:
una, el pantano
quieto
estancado;
dos, el tsunami
avanzando
por la costa


a veces el agua
elige la vida
de dos maneras:
una, la lluvia
sobre niños
jugando;
dos, el vaso
en la mano
del anciano.


y Poseidón mira
impotente.

El hombre que vació el parque

El hombre mira
los árboles, las hamacas
los deportistas corriendo
los niños jugando.
Después cierra los ojos
los aprieta con fuerza
para no olvidarse de nada.
Siente cambiar el aire
gotas advenedizas caen en sus manos
un trueno suena sobre su cabeza
y él entiende la señal
entonces primero desaparece el sol;
la gente ve con sorpresa
cómo los árboles se ocultan
tras las sombras de la noche repentina;
pero antes de entender,
las personas dejan de habitar el parque
lo mismo pasa con los autos y las motos.
Los caminos asfaltados
que cruzan el pasto en zigzag
dejan crecer un nuevo pasto más alto
que invade salvajemente el paisaje.
Las luces eléctricas
se apagan
los objetos se apagan.


La tormenta cae sobre la mancha oscura
que ahora es el parque.


El hombre vuelve a abrir los ojos
y un brillo tenue sale de ellos.
Se levanta y camina
alumbrando apenas sus pasos.

Justo lo que necesitaba, piensa.

miércoles, 29 de noviembre de 2017

Excepto John Lennon y yo

Todo el mundo tiene algo que esconder, dice Lennon. Ese tipo de campera roja, por ejemplo, tiene cara de mercenario, o se robó algo del trabajo, estoy seguro. Yo no tengo nada que esconder, bah, sólo algo: tengo un mono. Mi mono no tiene nada que esconder, salvo algo: es un drogadicto. Lennon tomaba ácido y escribía letras surrealistas, pero McCartney era un cagón vegetariano que le escribía a la naturaleza más paloma, al parque con césped cortado por una máquina en una tarde primaveral y agradable. El bondi acelera y la canción suena Come on, come on y las guitarras filosas y Lennon también esnifaba heroína para calmar la paranoia porque tenía una japonesa de contrabando como esclava, y la CIA le intervenía las líneas telefónicas en Nueva York, pero nunca lo agarraron porque él ya lo había visto todo en un viaje particularmente fuerte que tuvo con hongos en el 66, pudo ver determinados sucesos del futuro, incluso su muerte, por eso sacó el último disco en el 80, pero la mina que va sentada al lado mío no va a entender si le digo que el Double Fantasy tiene algunas buenas canciones pero que no es el mejor, ella va mirando el celular, no sabe que el chofer está de ácido y nos puede matar a todos en uno de los lomos de burro que hay por Mendoza, o atropellar a varios escolares como si fueran bolos; ella no sabe todo eso pero se baja y se salva, probablemente en la última parada que este ómnibus va a hacer antes de chocarse contra una esquina y frenar a la fuerza. Tengo un mono japonés que se mantiene vendiendo libros inéditos de niños tailandeses que trabajan en galpones fabricando muebles y en su tiempo libre escriben poesía, pero nunca escucharon a los Beatles, así que si yo les llevo un disco de regalo van a intentar comérselo, porque los niños trabajadores suelen tener hambre y suelen comerse sus propios poemas, y si de casualidad algún poeta performer del siglo veintiuno llegara a conocerlos, seguro que los graba, edita un poco el video y gana un concurso de la intendencia al mejor poema conceptual con el título de "Niños se lastran la poesía". El conductor acelera y ya vamos a 120, si miro por la ventana creo que puedo ver pedazos de algo rojo colgando de una rueda, pero yo no vi nada de lo que está afuera, este es un viaje interno, Your inside is out and your outside is in, todo lo que es arriba es abajo, Lennon cabalista hermético, y hasta creo que las dieciséis personas que vamos a bordo sentimos lo mismo, la sinestesia propia de estos casos, los gritos de una mujer embarazada que se para en el pasillo y trata de hacer equilibrio con cada curva, como si fuera el rock and zamba, y una señora tomando merca arriba del asiento para mayores de sesenta, levantando la vista tensa y justificándose con que los años no vienen solos, y todo esto bajo el Come on, is such a joy, seguro que sí, nos estamos divirtiendo porque sabemos que vamos a morir y no hay nada tan tranquilizador como la sensación de no tener que afrontar las consecuencias, pero el conductor va volviendo de su viaje y cuando llegamos a General Flores empieza a respetar los semáforos, las curvas, frena ante la gente que para el ómnibus, les cobra los boletos, pone el peor programa de radio que la tarde le ofrece, y al final todo termina. 
En el ómnibus quedamos nosotros, despeinados, con vómito pegado a la ropa y los ojos desorbitados, sintiendo el pudor de la orgía que termina porque hay que ir a laburar. 

domingo, 26 de noviembre de 2017

Devuelta

veo a una mujer caminando hacia el agua
lleva piedras atadas al cuerpo
la mirada teñida de azul 


avanza

ya no la veo 

una nube gigante en el  horizonte
parece tragarla


veo a una mujer caminando hacia mí 
tiene moretones en las piernas y los brazos
la espuma baila a su alrededor
va dejando atrás la violencia de la fauna
y el diálogo de las olas


mueve la cabeza en busca de reconocimiento
olfatea como un animal 
porque los ojos ya no la guían:

ahora muestran el fondo del mar
y en sus cuencas 
dos caracoles anidan. 





viernes, 24 de noviembre de 2017

Otra vez los perros cadavéricos

otra vez los perros cadavéricos
llorándote al oído por la noche
vulnerando tu sueño
para decirte que tienen hambre

otra vez ellos, los perros de la muerte
los perros muertos de tus amigos
los cuerpos famélicos que no saben hablar
pero te miran

otra vez los perros que no duermen 
y se alimentan de la carne de tu familia
pero aun así no engordan 

perros cadavéricos por elección
para que les tengas lástima 
y te tomen desprevenido

perros que amagan comerte la cara
pero en cambio te impregnan de su baba rancia
como advertencia 

los perros que te siguen por la calle
haciendo sonar el silencio a pasos rápidos
que desaparecen cuando das la vuelta
y te esperan en una esquina 
dos cuadras más adelante 

los perros cadavéricos que se comen la muerte
y por el resto de su existencia la expulsan 
de a poco, con cada vómito 
cada ladrido 
cada pesadilla recurrente 
tuya o mía
en la que son protagonistas. 

lunes, 20 de noviembre de 2017

Bañera

El agua se tiñe de rojo y la bañera, desbordada y con manchas de un rojo más oscuro en su fondo, deja caer al cuerpo que se desplaza unos centímetros por el piso frío del baño. La bañera no puede contener al tsunami que avanza con violencia, cubriendo el espacio cerrado y haciendo flotar al cuerpo, edificio desprendido del suelo, vagando a la deriva por la ciudad inundada, chocando sus extremidades contra la pileta y el espejo. El agua continúa subiendo, casi llega a tocar el cielo raso, mientras la sangre hace lo contrario y baja, quedándose cerca del fuego. En el medio permanece el cuerpo, apoyado a lo ancho sobre la línea divisoria que separa a los dos líquidos, ahora mitades irreconciliables de una nación dividida, mitades estáticas durante un largo rato, excepto cuando cada tanto un pedazo de vidrio o cerámica pasa nadando de un lado a otro. 
Pero la calma es pasajera, porque una de las paredes comienza a ceder y no pasa demasiado tiempo hasta que colapsa y deja entrever un mundo exterior que, al menos a primera vista, parece no haber recibido noticias sobre el cataclismo

Extranjero

¿Cuánto? 
¿Cuánto tiempo? 
¿Cuándo tiempo falta?
¿Cuánto tiempo falta
para que la presión atmosférica 
distorsione mis ideas
o haga estallar mi cráneo
si es eso lo que ocurre
al bajar nueve mil metros
buscando tocar fondo?

No puedo dejar de pensar en lo que veo
a medida que desciendo
y eso me molesta;
este no es mi hábitat natural
pero sigo recordando el mío
y eso me molesta;
todavía tengo reflejos
me queda un resto de voluntad 
que tiende a la superficie
y eso me molesta.

Los animales que encuentro son oscuros
y planos
tal vez lo mejor sería que me adopten
y me enseñen a moverme con libertad
a tener los dos ojos en el mismo lado
de la cabeza
a no extrañar la luz del sol;
pero soy débil y sé
que no voy a lograrlo
porque voy perdiendo peso
porque voy dejando rastros de carne
como migas de pan en el agua
queriendo marcar un camino
para que la fauna me devore
porque no me apropio del ambiente
sino lo contrario
porque mi último pensamiento 
discurre sobre el abandono
justo antes de la oscuridad. 

sábado, 18 de noviembre de 2017

Para estar bajo el agua

para estar bajo el agua
es necesario
que cierres la boca
que abras los ojos
y mires:
el silencio se extiende
como un cardumen de peces ciegos

para estar bajo el agua
hace falta
que te sometas
y entregues el peso de tu cuerpo
a la seguridad materna
al olvido seguro
al vaivén de cuna
que te espera desde hace siglos

entonces el somnífero hilo de tu vida
quedará colgado sobre el tiempo
y estarás habilitado para empezar de nuevo.

miércoles, 11 de octubre de 2017

Ecuánime



prisma hembra 

te atravieso 

como

si fuera 

una 

luz  

rayo fálico 

te espero 

te veo

llegar 

me abro 

la unión

deviene 

en 

calor 

energía 

inerte

fría

constituye 

la base

del mundo 

permanente. 

martes, 3 de octubre de 2017

Hogar

cambia el clima
los gatos se ponen inquietos
mi puerta se golpea con el viento
nuestros hermanos volvieron sucios
la lluvia cae
Padre fue a buscar comida
Madre no cree que vuelva
te escribo esto desde mi habitación
empiezo a sentir miedo
la soledad no es lo peor
en esta casa todo lo rodea
si vieras las paredes cómo se caen...
si vieras lo que hicimos con tu antiguo cuarto...
Madre tiene rachas de llantos
y a veces de furia
Carlos sigue con el ojo morado
casi no puede ver
Lidia es una sombra ausente
va en busca de leña y vuelve sin saber que lo hizo.
quiero saber de vos
hoy pensaba con sorpresa
y no me acuerdo hace cuánto tiempo te fuiste
ni si quiera puedo dar una cifra aproximada.
la niebla se hace espesa cuando salgo por la mañana
a veces creo que la niebla entra a la casa
y nos empuja a hacer cosas que no queremos
es una locura, no me hagas caso.
quiero saber de vos
queremos saber de vos
aunque hablar en nombre del resto es algo muy difícil
me cuesta recordar sus rostros cuando paso más 
de dos horas sin verlos
aunque sepa quiénes son
y cuando me los vuelva a encontrar
logre reconocerlos

sorprendí a Padre mirando tu foto más de una vez
sentí que tu perfecta sonrisa de adolescente se contaminaba
con la melancolía de Padre y adoptaba un tono solemne.
no puedo asegurar que padre quiera saber de vos
creo que prefiere seguir pensando que un día vas a volver
con la misma sonrisa de esa foto
aunque tampoco puedo asegurar que padre quiera nada
no estoy seguro de saber si los muertos quieren algo...
¡qué horror! estoy hablando como habla Madre
estoy pensando como piensa ella
no quiero seguir ese camino
porque significaría seguir sus mismos pasos, pero acelerados
y eso incluiría pegarle a Carlos de la misma manera en que ella le pega
pero entonces tendría que apuntar a su otro ojo
y ya no le quedaría ninguno 

Lidia volvió embarrada
Carlos también, pero Lidia no parece notarlo
le dije que fuera al baño a lavarse
pero se quedó parada frente a la puerta
acariciando a uno de los gatos que ella misma trae
ya son veinte o treinta gatos
Carlos trata de pegarles y yo no lo impido
porque son ésos los únicos momentos en que Lidia reacciona
se le vuelve roja toda la cara y mueve los ojos
como un animal herido

sonó el timbre
no es Padre
es Carlos que otra vez hace cualquier cosa
para frenar los llantos histéricos de Madre
en éste caso se le ocurrió salir
y hacer sonar el timbre como si fuera Padre volviendo;
ya Madre había tomado uno de sus sedantes
así que con ese estímulo pudo dormir
y la casa quedó en silencio;
a veces confundo el silencio con las penumbras
o confundo las palabras
pero quiero saber de vos
saber por qué inexorablemente siento
día tras día
que me voy debilitando
que mi cuerpo se reduce un poco
cada vez que clausuramos una parte de la casa
quiero saber si tuviste algo que ver
con la aparición súbita
de palomas muertas en la piscina vacía
o con la desaparición de los dientes de padre
que ya no puede masticar
y su flacura parece de segunda dimensión

quiero saber de vos
saber
por qué te fuiste por qué
las paredes caen por qué 
los padres mueren por qué 
las sombras pasan por qué 
el tiempo muere. 

señor de camisa blanca

señor de camisa blanca
que camina por Arenal grande
y me lleva unos cinco metros en la carrera
por llegar primero al semáforo
a mí que también camino por esa calle
y que lo acabo de ver
que acabo de notar que gira preocupado
para mirarme de reojo
para vigilar cómo me muevo
qué ropa llevo
y si tengo las manos en los bolsillos
señor de camisa blanca
usted que camina despacio
que no puede con la subida
que sufre la humedad de la tarde
repite el proceso de mirarme y trata de ocultarlo
pero yo, que camino más rápido
que ya estoy acostumbrado
a que me adjudiquen con la mirada
el papel de posible joven peligroso
ya me di cuenta de lo que usted piensa
conozco su paranoia como si fuera propia
señor de camisa blanca
ya casi llegamos a Colonia
lo alcanzaré o usted doblará y yo seguiré en la misma dirección
y comprobará que soy una buena persona
y respirará aliviado
pero yo no sabré cómo descartar
cada vez que aparezca
la resignación de ser por unos segundos
aquella entidad abstracta
el miedo encarnado del trabajador
el tramo incierto de cada barrio
la inseguridad de las estadísticas
y la inseguridad como palabra del momento
señor de camisa blanca
usted tiene la culpa
esto es una persecución a la inversa
en cualquier momento podría girar
y mirarme a los ojos
la bajada lo favorecería
señor de camisa blanca
todavía no llegamos a la esquina
y yo, que ahora le respiro en la nuca
que no puedo controlar las piernas
yo que tengo nombre y edad
y voz y aspecto
pienso en lo bueno que sería
que doblara en mi dirección
una masa compacta de personas apuradas
que me tragaran y me eximieran de ser
lo que no quiero ser
y de hacer lo que acabo de hacer
señor, es su culpa que la camisa
ahora sea roja
y que nunca vuelva a ser capaz
de cruzar un semáforo.

Brisa

espíritu marino
frecuencia inherente al río
necesito que me lleves
hacia un lugar seguro
donde sólo se me exija contemplar
olas que nacen
y dan a luz instantes
olas que mueren
y fecundan el resto del mar
donde mi contemplación
sea parte fundamental de la maquinaria
donde no exista la palabra caos
y entienda todo sin necesidad de pensamiento

soplo nocturno
antesala del devenir
no quiero buscarte
quiero que me encuentres
para no sentir que siento necesidad
te pido que me hagas olvidar
cada una de mis plegarias
inclusive éste pedido.

miércoles, 27 de septiembre de 2017

Shakira en los noventa era un ser humano

Un plan macabro diseñado en algún país europeo por gente que gana mucha plata  llega hasta mi barrio sudamericano en forma de hit radial que mi vecina del fondo canta desaforadamente, sin ningún tipo de inhibición. El virus se expande, lo cantan los niños, hacen versiones acústicas, instrumentales, lo cantan los coros municipales, lo tocan las bandas sinfónicas, se canta en otros idiomas, se escucha en cumpleaños, casamientos, despedidas de soltero donde alguien va a terminar alcoholizado y muchos se van a acordar con gracia de esa anécdota algunos años después. El cerebro de los intelectuales se ve acorralado por la melodía simplista y por la letra que sí o sí tendrá algo relacionado al amor o al sexo, aunque nunca con pretensiones de trascendencia. Los intelectuales lo cantarán en silencio, se odiarán cuando las rimas de la canción persistan en su mente aun en los momentos en que se encuentran frente a su libro favorito. Resolverán burlarse del fenómeno, se expresarán en contra de todo lo superficial a través del sarcasmo, pero seguirán contribuyendo con el crecimiento exponencial del fenómeno. Alguien dirá que tarde o temprano la canción va a menguar y que, como todo, va a ser sustituída por otra y esa a su vez por otra y todo así. Pero los meses pasan y la canción no deja de sonar, supera todos los records de popularidad y pasa a ser tema de conversación en todas las mesas de todas las familias, en cada aula universitaria, en cada fábrica. Se termina comparando con el himno nacional por las autoridades más competentes, y el ciudadano de a pie no sabe si pensar que es un buen chiste o es un buen paralelismo.  

Mi vecina fue asesinada por su marido a eso de las cuatro de la mañana. Le cortó el cuello con una navaja y la dejó desangrarse cual animal destinado al consumo  judío. Una vez muerta su esposa, mi vecino la desolló, estiró la piel en el suelo como si fuera una manta y se acostó a dormir. Se despertó a eso de las nueve de la mañana, sintió hambre. Se hizo un café con leche y con pan que le quedaba del día anterior, se comió un refuerzo de tripas. De fondo sonaba radio Disney. 

martes, 26 de septiembre de 2017

perdida (pérdida)

estás sentada en la cocina 
faltan dos horas para el amanecer 
entre los dedos tenés un cigarro prendido
das pitadas nerviosas
sentís la ventana en la nuca
el viento que afuera mueve las hojas de los árboles
susurra palabras en idiomas antiguos
vos leíste en algún lado que el diablo susurra
faltan dos horas para el amanecer y tenés miedo
tenés frío también pero descartás la posibilidad de ir
a tu cuarto para buscar una campera
la luz de tu cuarto está apagada
para prenderla tenés que atravesar algunos metros de oscuridad
descartás la idea
vas confirmando algo que escuchaste
te convencés de que escuchaste ruidos dentro del ropero 
del ropero sólo ves uno de sus costados
la puerta de tu cuarto apenas está abierta y te deja ver eso
un costado en penumbras
pero el sonido viene de adentro
suena como a dientes rasgando tus prendas
pensás en la campera nueva
pensás enseguida en lo superficial que se vuelve todo
cuando faltan dos horas para que amanezca
y tu casa parece sitiada por cosas oscuras
que no podés nombrar aunque te parece que conocés sus nombres
entonces te parás y antes de abrir la heladera pensás en su luz
la imaginás antes de verla y sentís deseos de quedarte ahí
la abrís y un olor podrido hace retroceder tu hambre
la cerrás pero ya es demasiado tarde
la cocina está cubierta por una nube verde
y tenés que pasar corriendo hacia el comedor
pero al llegar al lugar ya no es el lugar
que correspondía al comedor 
y te sentís perdida
y en el espejo estás vos misma arrancándote la piel
y tu hambre crece
y sentís las tripas abrirse camino en tu abdomen
y el olor tibio de la sangre te devuelve por completo el apetito
y la cocina de tu casa es un castillo hermético
y tu cabeza corona la mesa del banquete que presidís. 

viernes, 22 de septiembre de 2017

El recuerdo de la nada

tengo la genética universal
escondida en un deja vu
tengo en mi casa
un océano disgregado en pequeños charcos
el misterio diluido
mi sangre burbujeante y expresiva
sobre la arena húmeda de la playa


tengo ansiedades rojas
pesadillas en forma de cruz
herencias nocturnas que nunca pedí
tengo días lluviosos y constantes
un cuarto lleno de ecos
cadáveres dentro del colchón
planos secuencia de vidas posibles


tengo el recuerdo de un océano gigante
de mi mano
de la luna
de los dioses
de la nada
tengo, sobre todo
el recuerdo de la nada.

jueves, 7 de septiembre de 2017

último

veo la luna llena atravesada por una
franja violeta y horizontal
veo el camino de tierra
con sus casas pobres iluminándose
a medida que avanzo
veo a un perro que avanza conmigo
y con su olfato percibe la violencia del mundo
para luego descartarla
veo a otro que desde mi poema se ve a sí mismo
mientras describe las cosas que vio o quizás no
pero piensa que en realidad no hay nada
que merezca ser visto
y que no sólo lo piensa
sino que también lo escribe
y piensa que siempre hay algo
de lo que se piensa que no se dice
y que algo de lo dicho puede y debe
estar íntimamente conectado con el pensamiento
pero que también piensa
que pensar no es lo mismo que vivir
o decir, que también puede estar libre
de todo pensamiento pero de ninguna manera
exento de libertad
pero piensa si la libertad no consistirá
en no decir nada de todo esto
ni sentir ganas de hacerlo
ni sentir el martilleo mecánico del pensamiento
que conduce hacia el abismo del vómito
a las palabras que terminan diciendo
cosas como vacío imposible de llenar
o más aun
derrota total del pensamiento coherente
que pretende dirigirse hacia el unívoco lugar
de la razón de ser de todo poema
o toda introspección.

bandera negra

lo efímero es
punk mal tocado
gritos sucios y
olor a cuerpo
lo efímero es
un cuerpo
transpirado
próximo a morir
envuelto en
tripas de choque
de contundencia y
lo efímero es
lo que menos se olvida.

Testimonio

se abrió un cráter en el suelo
que ahora deja caer hacia el abismo
la primer lluvia apocalíptica
que ahora moja nuestros cráneos
colocados en círculo
en medio de una avenida gris y silenciosa
que ahora deja correr nuestros cuerpos disgregados
faltos de patria y unidad
como sonámbulos entre la niebla
que ahora llegan al borde de la nada,
chocan, se fusionan y derivan en una bestia
con muchos cuernos, ojos y cabezas
que ahora se coloca por encima de la tierra
y con su boca exhala todo el caos
y el caos trae consigo la sensación vertiginosa del tiempo
que ahora vuelve a ponerse en marcha
pero ésta vez es más denso.

sábado, 26 de agosto de 2017

Donde estemos juntos

Me dijo para ir a la rambla y bajamos por Minas. Atravesamos cuadras que no estábamos acostumbrados a ver, calles tranquilas con poca gente, casas viejas, recicladas y pintadas de lindos colores. En un par de esquinas vi pinturas relacionadas al candombe, estaban bien hechas y me alegró que nadie las hubiese rayado, como sí hacían habitualmente en otros lugares.

Nos habíamos visto una sola vez. En esa fiesta yo tomé cerveza y no sé qué más y le terminé hablando con mucha pasión, le hablé de mis amigos, de música capaz. Ella me sacaba el vaso de la mano. Ya tarde conseguimos una cama y fue la primera vez que nos acostamos juntos. A unos metros, en el mismo cuarto había gente cogiendo. Nosotros no, nos abrazábamos y reíamos, con la ropa puesta. Después nos levantamos, tomamos café con leche juntos como habíamos planeado y nos tomamos un bondi a la feria. En el camino frenamos para besarnos contra una pared por Colonia. Era un domingo precioso, luminoso y de resaca. 

Es verano y no me acuerdo cómo es que llegamos a la rambla del Parque Rodó. Sé que antes habíamos caminado entre la gente que corría y patinaba, llegando a sentarnos justo frente al teatro de verano. Recuerdo el cielo oscureciéndose y nublándose, mi insistencia en empezar a caminar para el centro porque la lluvia era inminente, y también su indiferencia triste al clima y a todo, mientras me contaba sobre el hijo que no conocía de una amiga y del que nadie le había hablado. Fui un observador pasivo mientras ella se volvía hacia sí misma, ahogándose con su angustia que tenía mucho de maternal, así como varias de sus actitudes. Lo mismo había visto aparecer en su voz y en su cuerpo otra tarde-noche que hablábamos sentados en la plaza de la bandera. Esa vez la atormentaba algo de su madre, un mensaje que le había mandado. También esa vez había sido yo un observador pasivo, inútil desde cualquier perspectiva, temeroso tanto al silencio prolongado como a la palabra torpe. 
Esa noche fue la segunda vez que entró a mi casa y la primera que se quedó a dormir. Decidió con cierto miedo asumir que quería irse conmigo, me preguntó si podía y seguimos hasta Agraciada. Ahí nos tomamos un ómnibus a mi casa. En el viaje nos abrazamos, nuestra adrenalina se mezclaba con el miedo que le provocaba avisarle a la madre por mensaje de texto que no volvía a la casa. 
Bajamos y llovía muchísimo. Hicimos las dos cuadras hasta mi casa casi corriendo. Entramos y un poco de agua se había metido por abajo de la puerta. Más tarde, ya acostados en el colchón que mudé al comedor, con las luces apagadas y creo que la lluvia todavía afuera, probé por primera vez el calor de su sexo contra mi cara.  

La primera vez que hablamos en persona fue en el bar Tractatus. Los dos leíamos ahí esa vez y cuando llegué ella estaba sentada en una mesa, sola. Hablamos un poco, me mostró su libretita con poemas. Leímos, apareció más gente y yo estaba muy tímido, como de costumbre. Hacía frío pero aun así me fui a la puerta tratando de arreglar los auriculares que se me habían roto. Yo tenía puesta la campera de cuero de mi padre, gastada, vieja y abrigada. No sé por qué me acuerdo de eso. Después pudimos seguir hablando afuera, primero parados en la puerta y después sentados en una mesita de plástico. Me contó muchas cosas, me habló de muchas personas; la vi movediza, interesante, abarcativa, curiosa. Me gustó, yo no hablé demasiado. Cuando se iba esperó a que la besara pero no me animé. Aun así cuando me iba caminando a la terminal y ella se iba para el otro lado, sentía el enamoramiento en la garganta. En los días posteriores lo iba a seguir sintiendo pero bajando hacia el estómago.

LLegamos a la rambla. Atravesamos el caminito lateral a una plaza para niños y a la cancha de baby fútbol. Le conté que yo había jugado muchas veces ahí y que ese cuadro siempre nos ganaba. Seguí caminando y me preguntó si íbamos a cruzar. Cruzamos la rambla y nos sentamos a la altura del muelle. Le dije para bajar las escaleras, quería estar más cerca del agua. Me dijo que no. En un momento quise cantar una canción de Invisible y me tapó la boca mientras movía los labios y me reía. "Son tantos tus sueños que ves el cielo/mientras te veo bailar". 

La decepcioné. Notó que mi búsqueda de trabajo y de cosas para hacer era escasa, no la engañaba. Estábamos en mi casa, era un sábado común, me sentía bien. El cambio fue repentino y nos acostamos con tensión. Me empezó a hablar unos minutos después, siempre funcionaba de esa manera: primero venía la reacción introspectiva, el ignorarme; después escupía todo lo que pensaba. Me lo dijo y yo empecé a prometerle cosas desde mi más profundo sentimiento de repulsión hacia mí mismo, pero sobre todo desde mi más profundo miedo de ser un inútil ante ella. Lloré un poco y lo debe haber notado aunque estaba oscuro. 

Nos quedamos sentados en la rambla y así estuvimos más de una hora. Yo me quise levantar y caminar algunas veces pero ella no quería. Primero hablamos de cosas. Sentados frente a frente no tuvo más que recordar una vez cuando sentados también en la rambla pero más por el Parque Rodó había aparecido un mago y nos había hecho trucos. Me preguntó si había sido conmigo, le dije que sí y sentí la inseguridad menos de lo que habría imaginado. Se rió, no sería la primera vez que se acordara mal de la persona pero bien de la situación, o viceversa. Le pasaba a todo el mundo. Después o antes de eso miró con atención las gaviotas que estaban paradas en las rocas y que buscaban peces. Habló sobre qué pajaros serían los otros negros, los miramos. Nos besamos, le toqué el pelo. Pasaban las personas corriendo, caminando o andando en bici a nuestro costado. Sentí en los besos cierto reencuentro, un tipo de comunicación que a veces no aparece de otra manera, o que aparece de forma intermitente. Por unos pocos segundos pensé en Bukowski y su búsqueda de comunicación con el género femenino a través del sexo, una búsqueda desesperada y tierna, como de niño solitario que tiene un sólo recurso, un sólo talento para hacer que sus compañeros jueguen con él. Pensé en esto como de forma compacta, no con la extensión de las palabras sino utilizando la imágen de Bukowski que en mí engloba todo eso.

Estamos sentados en la plaza del entrevero. Íbamos a ir a un recital que a mí me interesaba, pero al final ella me insinuó que no tenía ganas y no insistí ni una vez. Ese día no nos podíamos comunicar bien. Ella hablaba y hablaba, no me dejaba besarla ni tampoco me escuchaba demasiado. Fuimos a la parada del ómnibus y apretamos unos segundos de manera frenética. Me sentí raro estando ya en el 175 sentado en un asiento, volviendo a mi casa. Esa noche no me habló. Al otro día tampoco. Me dijo que me había visto diferente, que todo era atracción y que ahora eso se había ido, así que no quedaba nada. Fueron dos o tres días crueles, espesos. Recuerdo bien que en uno de esos momentos publicó un poema que me impresionó por su belleza pero que no tuve ganas de apreciar bien. 
Me volvió a hablar para contarme de una película. Vi el trailer y hablamos un poco. Con los días el dolor pasó porque ella seguía conmigo. 

Me gusta que me preste libros, no sólo porque son libros lindos, sino porque siento que sigue compartiéndose conmigo. Una vez tenía como diez libros que me había prestado. Recuerdo estar parado frente a la repisa y mirarlos con satisfacción, ordenados uno al lado del otro, autores y ediciones tan dispares. 

Una vez fuimos a ver una película, y cuando terminó ella me preguntó si quería quedarme esa noche en la casa de su hermano que quedaba ahí cerca y que ella estaba cuidando. Le dije que sí. Miramos la tele, comimos bizcochos, dormimos en una cama de dos plazas. Fue un domingo nublado, gris, muy frío. Sentí la belleza de lo cotidiano y establecido, me olvidé de necesitar estímulos constantes. Quise vivir así todos los días, seguro, en paz, con ella. 

Estamos acostados y creo que los dos nos sentimos tristes. No sé el motivo, pero nos recuerdo acostados y melancólicos. Ella agarra mi celular y pone un video que vi pocas veces de una canción que escuché pocas veces y de la cual ignoraba su belleza. La escuchamos sin auriculares pero con el volumen bajo, creo que a oscuras. La canción dice "no soy bueno para demostrar amor" y yo me pregunto si lo soy. 

Es verano y vamos a la plaza frente al shopping. Es una de las plazas que más frecuentamos, por lo menos hasta que pierda la verguenza y termine aceptando mi casa como un lugar donde podamos ir y quedarnos. Nos sentamos contra un árbol, sobre el pasto en el que caminan hormigas. La mochila y el morral están en el piso, se tocan. En un momento me recuesto en el suelo y veo el cielo despejado de enero o febrero mientras ella se ríe o me dice algo o me besa. Después me propone ir a su casa y siento un arranque de euforia. Puede haber sido esa la primera vez que fui a su casa. 

Estoy en su casa, es una de esas veces que voy de tarde y me quedo todas las horas que el tiempo me permita hasta las doce de la noche. Conozco de memoria el paisaje de luis alberto de herrera de noche, la parada frente a la estación, el recorrido rápido, el paso molino, el ómnibus a mi casa. Pero antes sé que nos acostamos en la cama de dos plazas y nos pusimos a ver la televisión. No hablamos durante un rato más que de lo que veíamos, pero no lo sentí como vacío o rutinario, me pareció llegar a un nivel de comunicación implícita, diferente, libre de ansiedades. 

Me dijo que se sentía mal. Yo tenía que ir al liceo pero le dije que me tomaba el ómnibus y que en un rato llegaba. En el viaje fui leyendo un libro de cuentos que después le comenté entusiasmado. Recuerdo ese detalle porque el libro tenía un clima gris bastante acorde a lo que percibía en el ambiente de la tarde-noche mientras iba por general flores. Bajó a abrirme y me pareció tierno verla en pijama, desarreglada. Me gusta de esa forma también. Me senté a su lado mientras ella terminaba un trabajo de la facultad. Puse música en el celular porque la computadora no tenía audio. Hablamos de uno de sus libros favoritos. Sentí ganas de esconderla del mundo. Sentí ganas de abrazarla.  

Fuimos a comer a La Pasiva el catorce de febrero, el día de los enamorados. Llevábamos casi un mes de novios. No estábamos preparados para todo lo que pasó a nuestro alrededor, no lo necesitábamos. Había mucha gente, parejas, matrimonios, todos pidiendo comida, por lo que la muestra demoró en llegar. Demoraron en atendernos también. El mozo me vio de espaldas con el pelo suelto y dijo "chicas", enseguida me vio la barba de la cara y pidió perdón. Ella comió un chivito vegetariano, yo pizza. Después nos lamentamos por no tener chicles, igual nos besamos por Luis A. de Herrera.
Tampoco estábamos preparados para el cantante y guitarrista que interpretó durante la hora, hora y media que estuvimos ahí algunas canciones de cumbia del momento, algunas repetidas varias veces. No elegimos el mejor lugar, pero estuvo bien, en esos casos aunque todo al rededor parezca una película de bajo presupuesto donde no se escucha nada y los actores son malos, si estás con la persona que te hace sentir bien creo que lo demás es secundario. 

Fuimos a la feria de Tristán Narvaja, un lindo domingo. Ella compró un libro de partos y yo uno de Juan Rulfo, al mismo tiempo y en puestos enfrentados. Al poco rato apareció la primer discusión: ella se cansó de caminar y de no saber dónde ir específicamente, yo le dije que en la feria del domingo no puede tener la misma actitud autómata de la rutina semanal. 
Después nos tomamos un ómnibus y en el camino, hablando de varias cosas, ella me reprochó mi falta de voluntad para encontrar trabajo. Para cuando nos bajamos ya estábamos de mal humor.
En lo de mi padre comimos fideos, miramos un capítulo de Los Simuladores, nos besamos, discutimos muchas veces, yo miré unos minutos de un partido, volvimos a discutir, no nos poníamos de a cuerdo con nada. En el sillón ella no quiso hacer demasiadas cosas porque no quería quedar sucia, así que le propuse bañarse y ahí aceptó. Nos bañamos y en la ducha sí pudimos hacer algo porque bajo el ala de la limpieza siempre se queda tranquila. 
Secándonos volvimos a discutir, no recuerdo el motivo. Terminé con dolor de cabeza y la acompañé a la parada. Nos reconciliamos muchas veces también, creo que eso es lo que importa. 

La había estado esperando una hora en la parada. Cuando llegó no pude evitar mostrar mi molestia. Ella lo notó, no hablamos. Vino el ómnibus, no me avisó y la tuve que seguir. Subimos. No hablamos durante varios minutos, de hecho en un momento quedó sentada dos asientos más allá habiendo uno en el medio. En determinado momento ella me miró de reojo, tenía puestos los lentes de sol y los auriculares, es lo que hace cuando no quiere hablarme. Yo había sacado un libro y había leído unas páginas. La miré por fin y le hice un gesto para que se acercara, la abracé y vi sus labios en una mueca de tristeza. Me abrazó con fuerza, desquitándose. Yo la besé. Después volvimos a discutir, recién cuando nos bajamos pudimos terminarla. Nada justifica verla al borde de las lágrimas. Nada. 

La primera vez que fue a mi casa me pidió para ver mis fotos de cuando era chico. Saqué los álbumes enormes y cubiertos de polvo, los limpié y se los pasé. Los estuvo mirando entretenida vario rato. Con el paso de los meses los ha visto varias veces más. Cuando fui a su casa por primera vez me mostró sus fotos de cuando era chica, ella guarda muchas más y recuerdo bastante más precisos que los míos, con nombres, fechas, lugares. Tiene una memoria increíble. La mía es frágil, o distraída. Ella tiene muchas cosas de niña, espero que no las pierda. 









lunes, 14 de agosto de 2017

Donde duermen las arañas

en la punta de tu lengua 
donde duermen las arañas 
guardaste palabras con el pretexto
de no ser capaz de recordarlas
las guardaste para vos 
y cuando hablábamos sentados en la plaza
me las dijiste de corrido.
en la imágen que proyectan mis ojos 
duermen las arañas 
yo te miro para saber 
dónde queda eso
pero lo que sigue a la tormenta
es un espejo pintado de negro.

después
durante años
imaginé el desenlace 
muchas veces
y de distintas maneras;
siempre fue trágico:

a veces las arañas eran expulsadas de tu boca
como arrastradas por un tifón
que las dejaba aplastadas
contra cualquier muro;
otras veces amagabas a decir algo 
volvías a plegar tu lengua y las arañas
eran desintegradas por la saliva
que actuaba como un ácido letal;

y aun otras, te las tragabas. 


por si acaso no te volví a ver
ni a besar. 

viernes, 11 de agosto de 2017

Iglesia

Fui al supermercado apenas amaneció. Estaba abierto y todas las cajeras hacían un ritual neopagano para revivir al guardia de seguridad recientemente baleado. Agarré un paquete de galletas al agua y salí sin pagar. 
Fui a la plaza de la vía y me senté en uno de los bancos de hormigón, pero antes tuve que caminar algunas cuadras por la avenida; no me acuerdo bien, pero calculo que fue así. Me acuerdo, eso sí, de la sensación que me produjo el viento helado en la cara mientras caminaba. 
El banco de hormigón estaba pintado de rojo y amarillo, sobre él habían dibujos infantiles o adolescentes, nombres, insultos. En la esquina estaba sentado el señor que para los taxis, comía algo y miraba la calle de forma monótona y aburrida. Lo miré un rato hasta que me empecé a aburrir yo también, entonces torcí la cabeza hacia mi derecha y vi que en los bancos escalonados de la otra punta un animal pequeño se movía con velocidad, saltando los escalones y dando vueltas. No sé por qué tardé tanto en reaccionar: era una rata. Sentí electricidad subiendo por mi cuerpo, debo haber quedado pálido. Me levanté con miedo a que viniera hacia mí, aunque nos separaban unos veinte metros. Entonces empezaron a salir otras ratas iguales de los rincones de una pared de cemento lindera a la plaza. En segundos eran decenas, moviéndose por el piso con una rapidez sumamente maligna. No me desmayé porque el instinto de conservación fue más fuerte; en lugar de eso salí corriendo hacia mi izquierda, tomé nuevamente la avenida y al pasar por donde estaba el señor de los taxis noté que me miraba raro y decía algo con su voz apretada y confusa. 
Corrí una cuadra por la avenida y doblé a la izquierda, siempre corriendo, sin pensar. Recién cuando hice la segunda cuadra tuve el valor -y el cansancio- para frenar y mirar hacia atrás. Giré demasiado rápido y me quedó doliendo la espalda. Me tranquilizó el no ver ninguna rata siguiéndome, y recién ahí, mientras tomaba aire mi pensamiento volvió a funcionar y me lamenté por haberme tenido que ir tan rápido de la plaza, me pareció que si seguía unos minutos sentado en ese lugar se habría podido generar un ambiente ideal para esa hora. Sentí hambre y me acordé de las galletas. ¿Dónde estaban? Un pánico enorme me tomó desprevenido, sentí el hueco de lo que no estaba, lo sentí en mi cuerpo, principalmente en mis manos pero también en mi mente. Había olvidado un paquete de galletas, o lo había perdido, o me lo habían robado. No lo sabía y apenas intenté recordar todo lo que había hecho en el día hasta ese momento, un dolor fuerte en la sien derecha se interpuso entre cualquier recuerdo y yo. El pánico dio paso a la melancolía. Caminé un poco más y llegué frente a la iglesia de los mormones. Uno de ellos, rubio, alto y sonriente me vio ahí parado y en un español duro me invitó a pasar. No dije nada pero entré, él me seguía y tampoco hablaba, no hacía ninguna indicación y en cierto sentido pensé que así era mejor, dejarse llevar sin necesidad de explicaciones o pautas. Enseguida después de la entrada aparecía un pasillo largo, limpio hasta la monotonía y el asco. Empecé a caminar y elegí una de las tantas puertas, no por nada en especial, eran todas del mismo color y del mismo tamaño. Me paré como para entrar y comprobé que el mormón ya no estaba ahí conmigo, aunque no recordaba haber escuchado ninguna de las puertas anteriores abrirse y tampoco sabía con precisión cuándo sus pasos habían dejado de sonar. Entré en una sala pequeña con sillas de madera perfectamente ordenadas en filas horizontales y un pizarrón que tenía unos símbolos dibujados. Me acerqué, por primera vez en mucho tiempo sentía curiosidad por algo; eran símbolos de algo, pero ninguno me resultó conocido. Siempre me gustaron los actos que aparentemente no obedecen a ningún objetivo o sentido visible, me resultan auténticos y siento una gran alegría cuando decido llevar a cabo uno de ellos, cuando sé que nada ni nadie (ni yo mismo) lo va a impedir; así que mojé mi dedo índice con saliva y me puse a borrar de manera arbitraria fragmentos de esos símbolos dibujados en el pizarrón. Los dejé incompletos, precarios, y enseguida pensé que quizás lo que estaba dibujado antes de mi intervención podría ya de por sí no ser algo definitivo; podría no ser yo el primero en borrar parte de ese dibujo, entonces estaría fragmentando apenas un fragmento, funcionando como una trituradora; podría ser también que el autor de esos dibujos se hubiese aburrido, dejando todo por la mitad. Entonces alguien habló a mis espaldas y su voz no era ni femenina ni masculina. 
-Quedate quieto, yo te conozco. 
-Tengo hambre, ¿no tienen galletas por acá? -pregunté distraídamente, volviendo a lamentar mi descuido anterior. 
-Acá no, pero conozco un lugar.- su voz seguía siendo neutral.- Seguime.- Fui a darme vuelta y me gritó "!No!", y su voz dejó entrever irritación, pero no pude saber qué edad tendría, ni su sexo. -Me vas a seguir la voz, caminando de espaldas. Yo te hablo y vos me seguís.-
Le dije que sí y empezó a hablar, a tiempo que el sonido de sus palabras se alejaba y yo tenía que hacer un esfuerzo muy grande por caminar de espaldas sin chocarme contra nada. 
-Mirá, yo sé que a veces el mundo nos muestra cosas extrañas que no logramos descifrar en el momento, como los pájaros por ejemplo. Muchas veces me he preguntado para qué existen, cuál es su sentido real para que estén entre nosotros. Después me convencí de que las cosas hermosas no tienen otra explicación más que su propia belleza, belleza que es causa y efecto, potencia creadora y fin.- Mientras hablaba yo atravesaba con gran inseguridad salas exactamente iguales que la de donde habíamos partido. Cruzamos cuatro o cinco y ya había empezado a aprenderme las posiciones de cada cosa, de modo tal que iba ganando cada vez más velocidad y seguridad. Hasta que al cruzar por la sexta o séptima puerta, choqué con un objeto que tendría la mitad de mi altura. Me confundí y traté de tocarlo para entender de qué manera esquivarlo, mientras la voz se alejaba -...de la tarde a la noche, pero no de otra manera. Lo que tratan de imponer ahora es...- No escuché más nada, estaba cansado. Me quedé quieto pero tampoco quise darme vuelta y seguir caminando mirando hacia el frente. Así que miré a mi derecha y pude ver el típico pizarrón, vacío, las sillas y debajo de ellas una puerta de sótano con su manija de hierro oxidada. Corrí las sillas y levanté la puerta-tapa. No vi ninguna escalera. No vi nada, todo estaba absolutamente oscuro. Me tiré de cabeza. 
Debo haber estado cayendo bastante tiempo. Lo hice sobre una habitación repleta de colchones y almohadas, totalmente iluminada. Salí por la única puerta que había y me vi a mí mismo en la iglesia, al lado de una representación macabra de la virgen María acunando a su hijo. Me vi caminar hacia el cura que estaba de espaldas en uno de los bancos más adelantados. Sintió mis pasos y volteó. -Ah, volviste con el caballo cansado -dijo con una sonrisa irónica-. Son las siete, andá a tocar las campanas, y no te olvides que hoy te toca ayunar.
-Sí- me vi decir, y lo siguiente todavía no forma parte de mi posible memoria. 

miércoles, 9 de agosto de 2017

Zyklus

El momento indefinido a lo largo y ancho del paisaje
se cuenta a sí mismo la desolación 
su eco repetido se desliza por la superficie
para luego ascender en el aire viciado
hasta llegar al astro que lo toca y lo devuelve 
indefinidamente.

Todo rastro de acción ha desaparecido
y apenas fue un punto intermedio 
hasta derivar en esta calma que 
siendo principio y final 
es también limbo 
puerta equívoca y oscura hacia otra parte




pero nada está programado




el caos impera por debajo
la incertidumbre aplastará lo que sea que exista




pero la calma no es aparente




esta calma es ahora lo más absoluto
e irrevocable
hasta que la eternidad muestre su otra cara 
y todo estalle.





Mientras tanto
s i l e n c i o


en el silencio lo inmenso no asusta
en lo inmenso la soledad no hiere
en soledad las cosas tienen sustancia

y el sol reaparece como una constante.

martes, 8 de agosto de 2017

Tango grave

Atravesé esta tarde de agosto 
lluviosa y gris, ya pronta a morir 
sin miedo a caer en lugares comunes. 
Estuve horas escuchando a Piazzolla
y hace un rato terminé de leer Sobe héroes y tumbas. 
Todo indica que estoy en Buenos Aires
y que saldré a caminar por sus calles 
sintiéndome irremediablemente melancólico;
pero no es así, estoy en otro lado
que no vale la pena mencionar 
impostando un poco la nostalgia
redireccionándola. 
Nunca estuve en Buenos Aires
no de esa manera. 

El espejo me muestra un océano virgen 
cuando me miro
las facciones signadas por el dolor de no estar
en todos los lugares que quisiera 
y haber perdido tiempo sin generar nuevos recuerdos 
me limita la voz, el tacto
porque hasta las ciudades que me voy creando 
tienen fecha de vencimiento

A explotar

en el medio de lo blanco
el espacio se abre 
a sí mismo 
cuantas veces quiera 
con un movimiento circular 
que genera la ilusión de vértigo
cuando en realidad
todo permanece
quieto
y el movimiento no es tal 
sino la forma que tenemos 
de aproximarnos al entendimiento 
nos lleva a esa idea 
y también nos hace creer que hay algo blanco 
o que al no haber nada lo que queda se ve blanco
pero no es así 
porque ese proceso nada sabe de percepciones humanas
así que nombrar un color es impreciso 
también lo es atribuirle una acción 
ya que lo que quiero explicar 
la idea que tengo 
es la de una constante planicie 
de nada 
en donde no hay lugar al que ir 
ni lugar de donde partir 
y no hay nada ni nadie que genere un cambio 
y pienso que  
esa especie de planicie de la no existencia 
tiene que estar guardada de alguna manera 
en algún lugar de los que sí existen y sí se mueven
pronta para explotar y tragárselo todo 
sólo que no sé
cuándo sería un buen momento. 



Danza para que los muertos se levanten (o dejen de molestarnos)

iremos a tu cementerio del norte o central 
si se puede por la noche 
atravesaremos el portón de rejas oxidadas 
para reptar hasta la tumba que te aloja 
fragmento podrido del cosmos 
padre, hijo y esposo 
bailaremos una danza oculta 
haremos llover para que la humedad genere
una variante dentro del espacio restringido 
que te soporta, saco de huesos 
cada vez menos crujiente 
si no nos apuramos te vas a caer sobre vos mismo 
perdiendo la identidad entre los huecos de la tierra 
y cuando lleguemos al lugar 
no recordaremos en quién estábamos pensando. 
ayudanos a conservar nuestro sentido de la fé 
hacé fuerza, no te vengas abajo 
que nosotros llevaremos comida, alcohol, flores
y muchas drogas para mantenernos estimulados 
por si acaso la opacidad del ambiente nos ahogara 
(dios no lo permita) 
y pensáramos en abandonarte. 

tumba del anonimato
por y para vos nuestro canto 
aunque tu nombre haya sido borrado por el tiempo 
y aunque el tiempo haya borrado también 
todo signo identificatorio en tus neuronas.
entendemos la depresión que genera estar
durante horas dentro de una caja 
en una sala con aire acondicionado 
siempre en la misma posición 
escuchando conversaciones de protocolo 
mirando fijamente una cafetera llena. 
generás compasión 
fuiste elegido muerto-damnificado del año 
haremos (hasta) lo imposible 
para darte una mano 
incluso dos manos y dos piernas 
para que rearmes tu cuerpo: 
nos pondremos en fila y te llevaremos de compras
para que elijas de cada uno la parte que más te guste
y la incorpores a tu nueva anatomía. 
haremos otras cosas también 
aprenderemos ritos lejanos 
todos los días serán aquí dos de noviembre 
para que al despertar no sientas el contraste.







martes, 25 de julio de 2017

Gato gris de ojos amarillos

Vi a la muerte representada por un gato gris 
de ojos amarillos que alimentaba mi abuela.
Mi abuela alimentaba la muerte todos los días.
La muerte creció y murieron todos los vecinos. 
Los hijos de los vecinos quisieron matar a mi abuela.
Mi abuela lanzó una maldición contra todos los vecinos
muertos y contra los hijos vivos de los vecinos muertos.
Los hijos vivos y los vecinos padres muertos 
pasaron a ser lo mismo. Mi abuela mandó una carta
a todos los cementerios de la ciudad. Los cementerios 
no le respondieron y mi abuela lanzó un conjuro
para que los cementerios aprendieran a hablar. 
Los cementerios enseñaron a hablar a sus muertos.
La ciudad se llenó de voces secas. Los hijos y los padres
muertos le hablaban por la noche a mi abuela.
Mi abuela no podía dormir por los susurros. 
Los muertos se reían y mi abuela dejó de alimentarlos.
Los muertos se morían de hambre y mi abuela les dio
como ofrenda a un gato gris de ojos amarillos. 





Orgánico

Yo tenía una planta de procedencia extraña acostada en mi cama. La cuidaba. No dormía para no quitarle espacio. Un día me dormí sentado y soñé que venía a visitarme el Dios Vegetal. Era una luz amorfa y verde que se movía y cambiaba de tono su color mientras hablaba. Yo no dije nada. Él expuso un monólogo sobre la destrucción necesaria de todas las cosas. Me aburrí y quedé dormido en el sueño. Cuando desperté la tierra me tragaba y lo agradecí. 

Estar o no

¿Cuántos segundos después
del relámpago dispara el trueno?
Los suficientes para que me desaparezca
de todo plano una bala de plomo. 
Y si no llego a escuchar el estruendo 
pues mi sentido de la percepción mengua 
algo del probable rayo igual queda
impregnado entre hueso y hueso.

¿Cuáles de los segundos posteriores
vendrán primero a otorgarle 
un nombre a mi muerte? 

lunes, 24 de julio de 2017

Nombrar lo improbable

El rincón de una cocina:
silla inclinada hacia atrás
plato con migas sobre el mármol
portaretratos vacío
ventana que muestra:
calles oscuras
luces desparramadas
rejas verdes
graffiti sobre una pared:
letras grandes
colores vivos
trazo imperfecto
poema escrito con corrector:

nada puede llamarse
sí mismo
a sí mismo
los laberintos existen
como trampas
del misterio
la vida no 
vale nada 
en su esencia
la subjetividad 
ahoga todo. 

viernes, 14 de julio de 2017

Todo el universo depende de eso

Veo lo que debo matar
repetido al infinito.
Lo veo en la cuerda y en la ropa
lo veo aunque me hunda en el barro
o la atmósfera me desintegre
en un lento vaivén de ciclo natural.

Es un cadáver 
pesando sobre mis hombros 
que debo matar 
no por ley sagrada
ni para cumplir un contrato
sino como una confirmación.

Está podrido 
y en su podredumbre cargo mi culpa.

Veo lo que debo matar
y es algo hermoso:
la inocencia del niño 
la abnegación del mártir.

Pero alguien tiene que devolver el equilibrio
o inventarlo.



viernes, 7 de julio de 2017

Regtest

Es varios años atrás, como diez o doce. Yo soy chico y estoy en un cuarto lleno de humo sonoro y familiaridad. Un bajo denso bien de reggae sale de los parlantes y lo envuelve todo. Hay olor a championes transpirados y ropa amontonada. Hay camisetas de fútbol de algunos equipos. Me siento bien aunque la música no me deje dormir. Voy a otro cuarto de la casa, pero ahí pasa todo lo mejor. Ahí en la oscuridad casi completa escucho una voz rara que canta en inglés "waiting for 1989/we don´t want no more war", y aunque no entiendo qué significa, me gusta. Me hace bien el misterio que para mis ojos rodea a la figura adolescente; lo veo lejano, divertido, perspicaz. Salgo a la vereda y me siento en el escalón de la puerta. Los veo en la esquina, se ríen y gritan. El cuarto en el que duermo y escucho música es también ese barrio, es también las calles cercanas, el almacén de los chinos, el ciber y los chistes sobre drogas y sexo que no entiendo. Que sea oscuro ayuda a mantener la intimidad en mí, la cercanía. De día se tarda en abrir las persianas y tengo que salir un poco, además de día no sale la música. Hay otra voz que canta en inglés, también es reggae y también se opone a la guerra. El concepto es amplio, a los nueve o diez años yo no entiendo bien qué pasa en la guerra y por qué pasa. Pero a mi manera entiendo el sentimiento. Además hay una bandera colgada de una de las paredes, es grande y tiene tres colores que ayudan con el clima general. Por arriba de la puerta se filtran luces y sonidos del comedor. Es otro mundo, también familiar. Ahí voy a cenar y miro en la televisión partidos de fútbol. Las otras figuras no son tan misteriosas ni tan sucias, pero siguen siendo cálidas. Tengo una hoja y una lapicera con la que hago dibujos precarios y escribo historias, aunque las mejores historias las narro oralmente cuando caminamos a la salida de la escuela y nos vamos acercando al barrio. Hago aparecer súper héroes clásicos y les agrego características locales, problemas del tercer mundo para que ella se ría o se sorprenda. Después vuelvo y de noche miramos fútbol mientras él me cuenta anécdotas de otros tiempos ya lejanos, de jugadores, de campeonatos. Le miro las venas gruesas de las manos cuando le pone limón a la ensalada. Lo miro por varios minutos y me río cuando se queda dormido en el comedor oscuro mientras en la tele siguen dando una película de cowboys. Todo se me hace más cercano con la noche. Soy chico y todavía me levanto temprano, pero de mañana los tres duermen. Miro Cartoon Network a bajo volumen, sentado en un banco marrón al lado de la tele. Como bizcochos y yogures que ella me dejó arriba de la mesa cuando vino de madrugada. Esa es mi previa para ir a la escuela. Entro a la una de la tarde y salgo a las cinco. Ojalá que después pueda volver.

sábado, 1 de julio de 2017

l e v e d a d o m é s t i c a

No ves cuando camino que tengo
el corazón sitiado por los surcos 
de los ojos de una ciudad azul con 
gusto a humo y con la mirada ciega. 
Te gusta imaginar el domingo bajo
la piel de los perros que amanecen 
tirados al sol de la tarde. La tibia resaca 
contrae los huesos, el miasma caliente 
aleja turistas, yo tiemblo entre los fierros
de mi cama. Tiemblo y recuerdo el juego 
de nombrar todos los días menos uno 
que contiene lo esencial dispersado en el
tiempo, condensado en una afluencia de formas
geométricas entrelazadas que indican lo real.
Siento, pienso, redirecciono el aire muerto. 
Vivo, soplo la inconsistencia gutural. 
Me hago cargo de la enredadera que dejé
crecer en la ventana de una casa que creí propia,
y si alguien se anima a traer una mínima prueba,
me entrego. 

sábado, 24 de junio de 2017

Cárcel

personas transparentes 
hendidas por años 
situadas siempre detrás 
siento que me tocan 
pero no me mueven 
porque son risas fantasmales 
porque quedaron esperando
y no sé si el tiempo dará una vuelta
para que sean descongeladas
y retomen la acción justo donde la dejaron 
o si dará una vuelta para repetir lo mismo 
sin que sospechen su condición
partes de una rutina
felices de haber creado un momento 
y en consecuencia
nostálgicos para siempre 
si es que el devenir les permite
conservar sensaciones
si es que la espesura pastosa de los recuerdos 
no los ahoga en el mar de nada 
si es que la nada deja de perseguirnos 
al menos por un día.