martes, 7 de mayo de 2013

Pablo Lunares, un numero 10 reflexivo.

Cuando uno le pregunta a los hinchas mas veteranos de Instituto Las Piedras sobre grandes jugadores que pasaron en las mejores épocas del club, seguramente salgan de sus mentes las jugadas de Rosseti, los desbordes del zurdo Rodríguez, las atajadas del Perro Fernandez o los tiros libres de Jorge Peralta. Pero difícilmente alguno recuerde al gran Pablo Lunares, el poeta del fútbol. Este excelente numero 10, de los que ya no quedan, fue uno de los tantos jugadores que pasaron por el fútbol uruguayo y que no han recibido el reconocimiento que se merecen.
Lunares antes de ser jugador de fútbol, era un pensador. Según una pequeña autobiografía que se pudo rescatar entre los papeles del jugador, este muchacho era de reflexionar desde muy pequeño. Citemos uno de los pocos fragmentos que se pudo rescatar de estos papeles posteriormente quemados: "He nacido con la peculiaridad de ser un ser humano muy pensativo y dudoso. No tardé demasiado tiempo en darme cuenta que tenía una gran capacidad para escribir y para formular pensamientos de cierta profundidad". Efectivamente, Pablo nació para ser un pensador, y llegó a su vocación de futbolista bastante tiempo después, y de casualidad.
Con 17 años ya estaba terminando de estudiar y tenía muchos proyectos en su mente de futuros libros por escribir, su futuro era indiscutible. 
Un poco por bondad y otro poco por educación, una tarde del verano del año 1979, Pablo concurrió a la practica de Instituto, equipo donde su tío era entrenador de las categorías juveniles. Para no quedar mal con un familiar, al faltar un jugador para armar el picado, este tímido adolescente se prestó para jugar ese partido de practica. Fue impresionante. Todos quedaron impactados al ver moverse a Pablo por la canchita. Sus movimientos, sus tiros al arco, la capacidad con la que se deshacía de los rivales, sus 4 goles marcados, fueron los factores determinantes para lo que vino después.
Era bastante complicado que con 17 años un muchacho iniciara su carrera como jugador de fútbol, pero tan increíble había sido esa demostración de calidad futbolistica, y tanta era la escasez de jugadores de Instituto, que luego de unos días de charla, Pablo Lunares se transformó en nuevo jugador de aquel equipo. 
Al principio todo era mas bien por diversión para él, y sabía bien que no iba a ser mas que eso, y que su verdadero objetivo era reflejar sus ideas a través de libros y otras escrituras. 
Sin duda alguna la condición de ser humano reflexivo y profundo, trae acompañados otros sentimientos inevitables, como la tristeza o la soledad. Pablo sufría de todo eso, y de vez en cuando necesitaba alguna motivación superficial que lo impulsara a salir de ese estado y a no hundirse más. En un momento de crisis emocional, apareció la gran oportunidad. A eso de las 23 horas de un martes, Lunares recibió la llamada de Eduardo Frígalo, técnico de la primera de Instituto, avisándole que iba a estar concentrado para el partido del domingo. Apenas Pablo pudo entender, Frígalo-tipo frío si los hay- ya estaba cortando la comunicación.
Y así sucedió, Pablo Lunares debutó ese domingo convirtiendo un golazo. Al poco tiempo ya era titular, y luego goleador del equipo, para posteriormente transformarse en un nuevo ídolo y referente para la hinchada.
Casi sin quererlo, aquel joven que aspiraba a ser un gran poeta, terminó siendo el numero 10 y figura de un equipo de fútbol. Pero como es sabido, este ambiente trae consigo una infinidad de conflictos bastante desagradables. Uno de los grandes responsables de que el fútbol se haya transformado en algo tan violento y competitivo, es el periodismo. Estos tipos por lo general inflan las noticias, aumentan el nerviosismo y hacen preguntas incomodas, con el único fin de generar mas problemas y tener mas material para conversar y "analizar". De ese modo le sucedió a Lunares, cuando inevitablemente se tuvo que enfrentar a las conferencias de prensa luego de cada partido. Allí fue cuando Lunares adquirió el apodo de "El poeta del fútbol", que no solo hacía referencia a su elegancia a la hora de manejar el balón.
Era muy común que los cronistas le hicieran preguntas tales como "¿La jugada del primer gol ya estaba preparada o usted la fue elaborando? ¿Le resulta mas cómodo jugar de local o de visitante? ¿En que influye que el numero 5 contrario sea de baja estatura? entre otras preguntas absurdas, ya que en el fútbol importa quien gane, o sea, quien haga mas goles. Lo demás es todo relleno para seguir vendiendo.
Luego del partido entre Instituto Las Piedras y Progreso que se suspendiera a causa de una violenta pelea entre jugadores de uno y otro equipo, Lunares, que fue el único que no intervino en esta trifulca, comentó "Lo negativo que tiene este deporte, es que logra generar fanatismo. Las personas creen que se desahogan todos los domingos, vienen a la cancha porque tratan de liberarse de todos los males de la semana, pero al final solo terminan absorbiendo más frustraciones y acumulando más rabia. Por lo general hombres, niños, mujeres y ancianos, vienen con la excusa de ver un partido de fútbol, pero lo que terminan haciendo es insultando al juez, a los jugadores contrarios, o liberando definitivamente su instinto animal para terminar destrozando butacas, carros de comida y tirando piedras. los jugadores ya son un hincha mas, por lo tanto, asumen su condición de fanático. De este modo, es lógico que el juego se vaya olvidando cada vez más, hasta quedar en un segundo plano, para luego conformarnos con ver un juego lento y mediocre".
Fueron varias sus reflexiones post-partido, y aunque nunca perdió su condición técnica, cada vez fue siendo  menos querido por el público y por el periodismo.
Es que, el fanático prefiere un jugador que declare amor por la camiseta y el club aunque juegue mal, antes que un jugador que simplemente cumpla con su tarea futbolistica. También puede ser causa de que el fanatismo y la reflexión nunca fueron compatibles ni lo serán, pero cuatro años después de debutar en primera división, Pablo Lunares desapareció. No se lo vio nunca más por el barrio, por la cancha ni por ningún otro lugar de los que frecuentaba. 
Algunos dicen que enloqueció, otros aseguran que se suicidó, y mas los fantasiosos quieren creer que se marchó a un mundo mejor en el cual pueda escribir todos aquellos libros soñados.
Sea como sea, hemos decidido no dejar ganar al olvido, hemos tratado de que el tiempo no sea excusa para recordar a Pablo Lunares, este gran jugador, que permanecerá en la memoria de todos aquellos que todavía disfrutan de un buen partido de fútbol.