miércoles, 29 de noviembre de 2017

Excepto John Lennon y yo

Todo el mundo tiene algo que esconder, dice Lennon. Ese tipo de campera roja, por ejemplo, tiene cara de mercenario, o se robó algo del trabajo, estoy seguro. Yo no tengo nada que esconder, bah, sólo algo: tengo un mono. Mi mono no tiene nada que esconder, salvo algo: es un drogadicto. Lennon tomaba ácido y escribía letras surrealistas, pero McCartney era un cagón vegetariano que le escribía a la naturaleza más paloma, al parque con césped cortado por una máquina en una tarde primaveral y agradable. El bondi acelera y la canción suena Come on, come on y las guitarras filosas y Lennon también esnifaba heroína para calmar la paranoia porque tenía una japonesa de contrabando como esclava, y la CIA le intervenía las líneas telefónicas en Nueva York, pero nunca lo agarraron porque él ya lo había visto todo en un viaje particularmente fuerte que tuvo con hongos en el 66, pudo ver determinados sucesos del futuro, incluso su muerte, por eso sacó el último disco en el 80, pero la mina que va sentada al lado mío no va a entender si le digo que el Double Fantasy tiene algunas buenas canciones pero que no es el mejor, ella va mirando el celular, no sabe que el chofer está de ácido y nos puede matar a todos en uno de los lomos de burro que hay por Mendoza, o atropellar a varios escolares como si fueran bolos; ella no sabe todo eso pero se baja y se salva, probablemente en la última parada que este ómnibus va a hacer antes de chocarse contra una esquina y frenar a la fuerza. Tengo un mono japonés que se mantiene vendiendo libros inéditos de niños tailandeses que trabajan en galpones fabricando muebles y en su tiempo libre escriben poesía, pero nunca escucharon a los Beatles, así que si yo les llevo un disco de regalo van a intentar comérselo, porque los niños trabajadores suelen tener hambre y suelen comerse sus propios poemas, y si de casualidad algún poeta performer del siglo veintiuno llegara a conocerlos, seguro que los graba, edita un poco el video y gana un concurso de la intendencia al mejor poema conceptual con el título de "Niños se lastran la poesía". El conductor acelera y ya vamos a 120, si miro por la ventana creo que puedo ver pedazos de algo rojo colgando de una rueda, pero yo no vi nada de lo que está afuera, este es un viaje interno, Your inside is out and your outside is in, todo lo que es arriba es abajo, Lennon cabalista hermético, y hasta creo que las dieciséis personas que vamos a bordo sentimos lo mismo, la sinestesia propia de estos casos, los gritos de una mujer embarazada que se para en el pasillo y trata de hacer equilibrio con cada curva, como si fuera el rock and zamba, y una señora tomando merca arriba del asiento para mayores de sesenta, levantando la vista tensa y justificándose con que los años no vienen solos, y todo esto bajo el Come on, is such a joy, seguro que sí, nos estamos divirtiendo porque sabemos que vamos a morir y no hay nada tan tranquilizador como la sensación de no tener que afrontar las consecuencias, pero el conductor va volviendo de su viaje y cuando llegamos a General Flores empieza a respetar los semáforos, las curvas, frena ante la gente que para el ómnibus, les cobra los boletos, pone el peor programa de radio que la tarde le ofrece, y al final todo termina. 
En el ómnibus quedamos nosotros, despeinados, con vómito pegado a la ropa y los ojos desorbitados, sintiendo el pudor de la orgía que termina porque hay que ir a laburar. 

domingo, 26 de noviembre de 2017

Devuelta

veo a una mujer caminando hacia el agua
lleva piedras atadas al cuerpo
la mirada teñida de azul 


avanza

ya no la veo 

una nube gigante en el  horizonte
parece tragarla


veo a una mujer caminando hacia mí 
tiene moretones en las piernas y los brazos
la espuma baila a su alrededor
va dejando atrás la violencia de la fauna
y el diálogo de las olas


mueve la cabeza en busca de reconocimiento
olfatea como un animal 
porque los ojos ya no la guían:

ahora muestran el fondo del mar
y en sus cuencas 
dos caracoles anidan. 





viernes, 24 de noviembre de 2017

Otra vez los perros cadavéricos

otra vez los perros cadavéricos
llorándote al oído por la noche
vulnerando tu sueño
para decirte que tienen hambre

otra vez ellos, los perros de la muerte
los perros muertos de tus amigos
los cuerpos famélicos que no saben hablar
pero te miran

otra vez los perros que no duermen 
y se alimentan de la carne de tu familia
pero aun así no engordan 

perros cadavéricos por elección
para que les tengas lástima 
y te tomen desprevenido

perros que amagan comerte la cara
pero en cambio te impregnan de su baba rancia
como advertencia 

los perros que te siguen por la calle
haciendo sonar el silencio a pasos rápidos
que desaparecen cuando das la vuelta
y te esperan en una esquina 
dos cuadras más adelante 

los perros cadavéricos que se comen la muerte
y por el resto de su existencia la expulsan 
de a poco, con cada vómito 
cada ladrido 
cada pesadilla recurrente 
tuya o mía
en la que son protagonistas. 

lunes, 20 de noviembre de 2017

Bañera

El agua se tiñe de rojo y la bañera, desbordada y con manchas de un rojo más oscuro en su fondo, deja caer al cuerpo que se desplaza unos centímetros por el piso frío del baño. La bañera no puede contener al tsunami que avanza con violencia, cubriendo el espacio cerrado y haciendo flotar al cuerpo, edificio desprendido del suelo, vagando a la deriva por la ciudad inundada, chocando sus extremidades contra la pileta y el espejo. El agua continúa subiendo, casi llega a tocar el cielo raso, mientras la sangre hace lo contrario y baja, quedándose cerca del fuego. En el medio permanece el cuerpo, apoyado a lo ancho sobre la línea divisoria que separa a los dos líquidos, ahora mitades irreconciliables de una nación dividida, mitades estáticas durante un largo rato, excepto cuando cada tanto un pedazo de vidrio o cerámica pasa nadando de un lado a otro. 
Pero la calma es pasajera, porque una de las paredes comienza a ceder y no pasa demasiado tiempo hasta que colapsa y deja entrever un mundo exterior que, al menos a primera vista, parece no haber recibido noticias sobre el cataclismo

Extranjero

¿Cuánto? 
¿Cuánto tiempo? 
¿Cuándo tiempo falta?
¿Cuánto tiempo falta
para que la presión atmosférica 
distorsione mis ideas
o haga estallar mi cráneo
si es eso lo que ocurre
al bajar nueve mil metros
buscando tocar fondo?

No puedo dejar de pensar en lo que veo
a medida que desciendo
y eso me molesta;
este no es mi hábitat natural
pero sigo recordando el mío
y eso me molesta;
todavía tengo reflejos
me queda un resto de voluntad 
que tiende a la superficie
y eso me molesta.

Los animales que encuentro son oscuros
y planos
tal vez lo mejor sería que me adopten
y me enseñen a moverme con libertad
a tener los dos ojos en el mismo lado
de la cabeza
a no extrañar la luz del sol;
pero soy débil y sé
que no voy a lograrlo
porque voy perdiendo peso
porque voy dejando rastros de carne
como migas de pan en el agua
queriendo marcar un camino
para que la fauna me devore
porque no me apropio del ambiente
sino lo contrario
porque mi último pensamiento 
discurre sobre el abandono
justo antes de la oscuridad. 

sábado, 18 de noviembre de 2017

Para estar bajo el agua

para estar bajo el agua
es necesario
que cierres la boca
que abras los ojos
y mires:
el silencio se extiende
como un cardumen de peces ciegos

para estar bajo el agua
hace falta
que te sometas
y entregues el peso de tu cuerpo
a la seguridad materna
al olvido seguro
al vaivén de cuna
que te espera desde hace siglos

entonces el somnífero hilo de tu vida
quedará colgado sobre el tiempo
y estarás habilitado para empezar de nuevo.