lunes, 18 de noviembre de 2019

Lo que resta




Me hablaste de un libro. Al comienzo lo mencionaste apenas, una palabra breve pronunciada en medio de una tormenta. Luego fue la metástasis. Copiaste el libro entero, cada palabra fue escrita a partir de tu mano derecha. Escribiste en las paredes de tu casa, en baños públicos, en los cuerpos de otros. La ventana de mi cuarto también está rayada. Acerco la cabeza para ver cómo amanece, pero no sé leer otra cosa. El año pasado estuve enfermo, cada acción significaba una pérdida. Caminé muy temprano por una feria, la recorrí entera tres veces. Tu libro estaba en ese lugar, a la venta. La carne nueva representándote en la tierra, ya que te habías ido. Nada después de eso. Llego a mi casa. Creía saber la existencia de una sola copia en el mundo. Miro la tapa: colores vivos, pero de otra vida. No me importa. No estás sobre la mesa, no existe ningún milagro que te devuelva fuera de esta representación, de este silencio entre líneas. Ahora saco las llaves de mi bolsillo, ahora las aparto con los dedos hasta encontrar la más filosa. La piel olvidada es dura y fría como la de un reptil. Cierro los ojos. Dejo que las gotas oscuras caigan al suelo. Escritura automática. Ahora, cuando miro, sólo veo un charco deforme y pegajoso. No tengo nada para decirte. 

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